Deportes. Lunes, 06 de Enero de 2020
HOUSTON – Cuando los Astros y los Tigres completaron un cambio que involucró a nueve jugadores después de la temporada de 1996, nadie imaginó que un derecho dominicano incluido en el canje se convertiría en uno de los jugadores más queridos en Houston en esos años.
Por Brian McTaggart/MLB.com
Los Astros, encabezados por los ahora miembros del Salón de la Fama Craig Biggio y Jeff Bagwell, más los lanzadores Shane Reynolds y Mike Hampton, ganaron cuatro banderines de la división Central de la Liga Nacional en cinco años desde 1997. Pero fue José Lima quien se ganó el corazón de los aficionados, gracias a su pasión por el juego y el carisma demostrado en el terreno. El cambio con los Tigres fue el nacimiento del “Lima Time” y, 20 años más después, aquellos que lo vivieron aún lo recuerdan con pasión.
“Fue uno de los mejores compañeros que tuve. Le encantaba jugar”, dijo Biggio.
Lima tenía 24 años cuando fue enviado de los Tigres a los Astros–junto con el receptor Brad Ausmus, los lanzadores Trevor Miller y C.J. Nitkowski y el cañonero Daryle Ward–el 10 de diciembre de 1996, a cambio de los serpentineros Doug Brocail y Todd Jones, el patrullero Brian Hunter, el campocorto Orlando Miller y dinero en efectivo.
El ex gerente general de los Astros, Gerry Hunsicker, describió la transacción como “una de las más locas que hicimos”.
Lima había tenido efectividad de 6.24 en 57 juegos (20 aperturas) por los Tigres en 1996, y ciertamente no mostró destellos del éxito que tendría en Houston. Lanzó desde el bullpen en la temporada de 1997 con los Astros, antes de tener un par de campañas como abridor en los equipos de postemporada de Houston. Acumuló registro de 16-8 con promedio de carreras limpias de 3.70 en 1998, más 21-10 con 3.58 en 1999, suficiente para ser seleccionado para participar en el Juego de Estrellas. Terminó cuarto en la votación al Premio Cy Young en dicha temporada.
Lima no tenía un repertorio ni una recta impresionantes. Sí contaba con un buen cambio, lanzamiento que utilizaba para producir swings fallidos de sus rivales. Cuando comenzó a ganar, su confianza rozó con el exceso de la misma, según dijo su ex manager Larry Dierker.
“Realmente nunca cambió”, dijo Dierker. “Simplemente retó a todos y salió bien parado la mayoría de las veces. Para ser honesto, en esos años [en el Astrodome] me preguntaba cómo lo hacía, sin que su repertorio fuera tan bueno. No permitía muchas carreras a pesar de que los rivales le hacían buenos swings. Lanzaba siete, ocho, nueve entradas y regresaba sonriendo y saltando por encima de las rayas de cal, pasando un buen rato y poniendo de buen humor a todo el equipo”.
En el camino, el quisqueyano se ganó el cariño de los aficionados firmando una incontable cantidad de autógrafos, mostrando sus emociones tras los ponches propinados e incluso estrenando un CD de salsa. Se ganó el patrocinio de un restaurante local mexicano, en el que aparecía bailando y cantando en los comerciales. Incluso tuvo su slogan único: “Créelo”.
“Mi padre amaba la ciudad de Houston”, dijo su hijo José Lima Jr. “Hay un video en el que estaba siendo entrevistado en el dugout y le preguntaron cómo se sentía con los aficionados y dijo lo siguiente: ‘Sé que si no vinieran a gastar su dinero en boletos, a mí no me pagarían’. Simplemente estaba agradecido por la oportunidad de jugar béisbol en Houston”.
El éxito de Lima fue breve. Era un lanzador propenso a los elevados, y la mudanza del Astrodome al Enron Field (el hoy Minute Maid Park) en el 2000 no le sentó muy bien. Permitió 48 jonrones esa temporada y tuvo récord de 7-16 en 33 aperturas. “Lima Time” llegó a su fin en el 2001 cuando el quisqueyano fue cambiado de vuelta a los Tigres. Tuvo un resurgir con los Dodgers en el 2004, con marca de 13-5 y ganando un juego de postemporada, pero finalizó su carrera de Grandes Ligas dos años después con los Mets.
Lima falleció de un ataque cardíaco el 23 de mayo del 2010 a los 37 años.