Internacional. Miercoles, 24 de Julio, 2019
Si algo diferenció a Donald Trump de Barack Obama, porque en realidad no hay tantas diferencias más allá de la excentricidad de uno y la cordura de otro, fue su posición respecto a Irán. Desde el principio del mandato —e incluso antes—, Donald Trump buscó un conflicto bélico —Irán— y una conspiración para derrocar un Gobierno —Venezuela—, como si ambos fueran requisitos indispensables para la reelección. Históricamente hablando tiene sentido.
En la proximidad de las elecciones norteamericanas, no parece que el ‘éxito’ en el maltrato a la migración obtenido al convertir a México en un cuerpo policial contra la migración supere el fracaso que supuso para los Estados Unidos y para Donald Trump la derrota del Estado Islámico, liderada por Rusia. Derrota que fue seguida en el tiempo de la retirada de tropas norteamericanas de la región. Quizá en este libro de cuentas, de debes y haberes, se encuentre el principal motor de los movimientos geopolíticos en Irán y Venezuela y la desesperada búsqueda de un conflicto de gran magnitud.
El acuerdo alcanzado en el año 2015 entre Irán y las potencias occidentales, auspiciado por Europa y Barack Obama, imponía restricciones al programa nuclear iraní, imposibilitando la fabricación de una bomba nuclear, a cambio del levantamiento de la mayoría de sanciones que pesaban sobre Irán.
Irán se comprometió a limitar el almacenaje de uranio a 300 kilos, que además debería estar enriquecido como mucho al 3,67%, cuando había sido capaz de almacenar 100.000 kilos altamente enriquecido. Para hacernos una idea, se requiere que el enriquecimiento de uranio se sitúe en el 90% para la fabricación de una bomba. El acuerdo también limitó la cantidad y modernidad de las centrífugas operativas, así como la limitación de un reactor de agua pesada, lo que impidió la producción de plutonio. Además, se facilitó el acceso de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Todo ello supuso en la práctica la renuncia de Irán a a la fabricación de una bomba atómica. Pero ¿por qué es tan importante la fabricación de armamento nuclear? Los occidentales aseverarán que resulta peligrosa la proliferación de armas nucleares, pero lo cierto es que un arma nuclear en manos de Irán cambiaría el tablero geopolítico de Oriente Próximo. ¿Habría acontecido la actual crisis si Irán poseyera un arma nuclear? ¿Se sancionaría y asfixiaría a un país que posee armamento nuclear? ¿Se intentaría derrocarlo o convertirlo en un estado fallido como ya se hizo con otros países de la región?
Una vez alcanzado el acuerdo, las potencias mundiales levantaron las sanciones económicas, se descongelaron miles de millones de dólares que se encontraban en el exterior y se permitió que Irán comerciara. Todo caminaba hacia la normalidad hasta que llegó…
Donald Trump desde un primer momento se mostró, junto a Israel, contrario al acuerdo, al que calificó en el momento de la firma como «el peor de los acuerdos» o «un desastre». Lo hizo porque este no afectaba a los misiles balísticos y a medida que pasara el tiempo las restricciones se irían levantando, dado que el acuerdo lo que pretende es la normalización de las relaciones entre Irán y Occidente. Por ello, en el año 2023 los iraníes podrían construir 30 centrífugas más avanzadas de las que el acuerdo permitía a la firma —2015– y en 2030 quedarían levantadas las restricciones sobre el nivel de enriquecimiento de uranio y las limitaciones de almacenaje.