Internacional. Domingo, 22 de Septiembre de 2024
Cuando el presidente ruso Vladimir Putin advirtió la semana pasada que la aprobación occidental para que Ucrania atacara en el interior de Rusia significaría que Moscú estaba en guerra con la OTAN, los propagandistas rusos se apresuraron a agitar el sable nuclear.
Alexander Mikhailov, director de la Oficina de Análisis Militar y Político, pidió bombardear maquetas de Londres y Washington -completas con réplicas del Palacio de Buckingham, el Big Ben y la Casa Blanca- para simular ataques nucleares, de modo que “ardan tan maravillosamente que horrorizarán al mundo”.
El presidente de la cámara baja, Vyacheslav Volodin, advirtió que los ataques a Rusia llevarían a una guerra con armas nucleares y recordó al Parlamento Europeo que su sede en Estrasburgo estaba a solo tres minutos de vuelo para un misil balístico intercontinental ruso (ICBM).
Pero dentro del Kremlin, hay un reconocimiento creciente de que el uso repetido de la amenaza nuclear está empezando a perder su potencia y las líneas rojas de Moscú se cruzan constantemente. Analistas y funcionarios cercanos a diplomáticos rusos de alto rango dijeron en cambio que Putin está buscando una respuesta más matizada y limitada ante la posibilidad de que Occidente permita a Ucrania usar misiles de mayor alcance para atacar a Rusia.