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Cuadro visual que rodea a Leonel obstaculiza su camino hacia el poder

Por Ramón Peralta

Opinión. Miercoles, 03 de Diciembre, 2025

La marcha del 30 de junio fue una iniciativa bien concebida. Convocó a una participación considerable y logró articular una narrativa eficaz en torno a la defensa del bolsillo de los ciudadanos y de los servicios públicos. Sin embargo, el efecto final quedó empañado por el afán de protagonismo de figuras inorgánicas y cuestionadas, cuya presencia contaminó el panorama visual que acompaña a Leonel Fernández.

La actividad, celebrada en el Distrito Nacional, debió ofrecer el escenario ideal para destacar al senador de esa plaza como  agente de sumarle votos a Leonel  y con ello, atenuar la exposición de viejos rostros que generan rechazo. Era la oportunidad perfecta para proyectar la imagen de una organización que combina experiencia y juventud; un partido que busca transmitir que su líder cree en las nuevas generaciones y adapta su mensaje a los tiempos. En la tarima, los protagonistas debieron ser el senador del Distrito, el presidente del partido en la capital y otras figuras frescas. El vicepresidente, como ocurre en estructuras disciplinadas, solo debe ocupar el foco cuando el presidente está ausente. Su ausencia en cámara no disminuye el valor de su trabajo ni su cercanía con el hombre que aspira a gobernar en 2028.

Ese entorno visual que rodea a Leonel, compuesto, en buena parte, por quienes más se exhiben en televisión en vez de guardar prudente discreción, retrasa las posibilidades de la organización de acceder al poder. Lo paradójico es que muchos no advierten que, con su exposición innecesaria, sabotean su propia causa.

La escena ocurrida en la tarima fue captada por un periodista que no es de mi agrado como Jaime Rincón,  pero debo admitir que  señaló lo que numerosos ciudadanos también percibieron: una resistencia interna al ascenso de Omar Fernández, manifiesta en la negativa a darle participación en el acto. Los jóvenes que siguen las redes y los miles de votantes que lo llevaron al Senado esperaban escuchar unas palabras suyas, como puente natural entre la juventud y el liderazgo de Leonel.

Resultó chocante ver al vicepresidente del partido sin trayectoria en temas económicos ni sociales ocupando un lugar privilegiado durante la presentación del listado de productos que han elevado sus precios. Una puesta en escena desafortunada.

Llama la atención que dirigentes reformistas de décadas pasadas mostraran mayor sensatez y tacto político que la actual cúpula de la Fuerza del Pueblo. En 1985 parecía improbable que Balaguer volviera al poder ya que era  un líder casi  octogenario, ciego, acompañado por figuras desgastadas o de reputación turbia. Aun así, su entorno comprendió que sus rostros frente a cámara alejaban cualquier posibilidad de volver al poder. Entonces ocurrió aquel gesto emblemático: la joven Minú Torres colocó una gorra roja en la cabeza de Balaguer durante una caravana. Las cámaras captaron la escena, que hoy sería viral. Nada de eso fue casual ya que los estrategas reformistas rodearon al líder de jóvenes como Luis Toral, Ito Bisonó, García Saviñón, Starling Lebrón, Samuel Pereyra Ariza y otros. Paralelamente, renovaron liderazgos locales y dieron protagonismo a diputados, senadores y alcaldes bien valorados, mejorando así el panorama visual del proyecto. Los generales retirados, asociados a un pasado de violencia, fueron excluidos de la primera línea para evitar contaminar la imagen del partido.

El PRM, heredero del viejo PRD, también entendió esa dinámica. Aunque Andrés Bautista y Chu Vásquez fueron sus fundadores y máximas autoridades en el PRD, los estrategas del nuevo partido apostaron por rostros frescos en la presidencia y la secretaría general para distanciarse de la imagen asociada a crisis bancarias y turbulencias económicas.

La Fuerza del Pueblo celebró recientemente dos congresos. En uno de ellos, Franklyn Almeida impulsó estatutos modernos que prometían una renovación profunda. Sin embargo, la reelección íntegra de la dirigencia sin un proceso interno neutralizó esas expectativas. Aunque se incorporaron a la Dirección Política algunos nombres que suman credibilidad como Juan Gómez, Marcos Cross, Danilo Terrero y el bien recordado Jay Payan,  también fueron ascendidos otros personajes cuestionados por la sociedad, dañando severamente la marca del partido.

La dirigencia de la Fuerza del Pueblo debe comprender que, para gobernar, primero hay que ganar. Y para ganar, es indispensable que muchos de sus cuadros más experimentados trabajen detrás de cámara, con la serenidad de quienes entienden que los grandes cargos se asignan una vez en el poder, y que los presidentes suelen escoger a rostros que el público apenas ha visto en pantalla.

Un ejemplo reciente de cómo mejorar la escena visual de Leonel lo dio el diputado Rafael Castillo durante su juramentación. En una reunión previa con dos regidores y once presidentes de intermedios, se decidió a propuesta del regidor Winston Báez que uno de los oradores fuese el joven Misael Lachapel. La decisión fue unánime. El día del acto hablaron cinco personas además de Leonel, pero el discurso que trascendió fue el de Lachapel, por su capacidad de conectar con la audiencia joven. Castillo, al advertir el impacto, colocó a los jóvenes de su equipo detrás de Leonel durante el discurso. En las imágenes se apreciaba a un líder arropado por un entorno rejuvenecido, limpio, que desplazaba de la memoria colectiva a viejos exfuncionarios cuestionados.

Ese día, muchos nuevos votantes  que no vivieron los gobiernos de Leonel sintieron que estaban ante un líder capaz de comprender sus aspiraciones.

En cambio, la caravana del domingo devolvió al protagonismo a una cúpula que, sin advertirlo, está destruyendo la obra que con tanto esfuerzo ellos mismos han levantado. Su insistencia en ocupar la escena pública amenaza con obstaculizar la ruta de Leonel hacia el Palacio Nacional.

Nada de esto es personal. Es una reflexión necesaria. Ojalá entiendan que trabajar fuera del foco despejará el camino del triunfo, mientras que su visibilidad desbordada podría garantizar al PRM cuatro años más en el poder y poner en riesgo la supervivencia del partido verde, que podría desvanecerse con la misma rapidez con que creció.

 

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