Opinión. Viernes, 01 de Agosto, 2025
La insospechada alianza y la existente sombra de la infiltración que la mayoría desconocía. Es la desconcertante verdad sobre cómo Israel ayudó a parir a su peor pesadilla… y quizá aún la habita desde dentro.
En la madrugada del 7 de octubre de 2023, Israel sufrió el ataque más mortífero en décadas a manos de Hamás. Paradójicamente, detrás del auge de este archienemigo islamista asoma una mano israelí. Diversos testimonios e investigaciones periodísticas han revelado que, en sus inicios, Hamás recibió el impulso –incluso financiamiento– del propio Estado de Israel, dentro de una cínica estrategia de dividir al movimiento nacionalista palestino (abc.es). Este hecho, reconocido por exfuncionarios israelíes, ha llevado que nos tengamos que hacer estas preguntas inquietantes: ¿Hasta dónde ha llegado la influencia de Israel en Hamás a lo largo del tiempo? ¿Existe incluso la posibilidad de infiltración de agentes israelíes entre las filas del grupo islamista?
A fines de los años 70 y durante la década de 1980, mientras la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) lideraba la resistencia secular y nacionalista, Israel exploraba alternativas islamistas para debilitar a la OLP. En Gaza, el jeque Ahmed Yasin –miembro de los Hermanos Musulmanes– fue visto por autoridades israelíes como un “contrapeso útil” a Yaser Arafat (washingtonpost.com washingtonpost.com hace más de 11 años). Israel otorgó licencias para las actividades caritativas de Yasin, aprobó la creación de la Universidad Islámica de Gaza y canalizó fondos hacia la red de mezquitas y escuelas islámicas que más tarde daría origen a Hamás (washingtonpost.com abc.es). Un brigadier israelí de la época lo admitió sin rodeos y sin sutilezas: “El Gobierno israelí me dio un presupuesto que el Ejército entrega a las mezquitas”, confesó el general Yitzhak Segev, entonces gobernador militar en Gaza (abc.es). El objetivo declarado era crear una fuerza islámica que contrarrestara a la OLP, considerada el enemigo principal en aquel momento.
Esa política de “divide y vencerás” fue sostenida especialmente por gobiernos del derechista Likud a partir de 1977. Los islamistas de Yasin eran vistos como un movimiento social “no amenazante” orientado a la caridad, frente a los temidos guerrilleros izquierdistas de Fatah. “Buscando socavar la influencia de Arafat, Israel fomentó la formación de fuerzas palestinas alternativas a las facciones dominadas por la OLP”, resumió el analista Yossi Melman. En retrospectiva, algunos artífices de esta estrategia reconocerían su error de cálculo. “Cuando miro atrás creo que cometimos un error, pero en ese momento nadie pensó en las posibles consecuencias”, admitiría años después un funcionario israelí destinado en Gaza (washingtonpost.com). Y es que el movimiento islamista que Israel habilitó activamente en sus albores no tardó en convertirse en su enemigo más implacable. Hamás se fundó oficialmente en 1987, al inicio de la Primera Intifada, y para 1989 empezó a lanzar ataques contra israelíes, provocando un brusco giro de Israel para reprimir a la criatura que había contribuido a crear en.wikipedia.org.
Lejos de ser una táctica confinada al pasado, la idea de usar a Hamás como pieza en el tablero político resurgió en años recientes. Durante la última década, los gobiernos del primer ministro Benjamín Netanyahu “elevaron” a Hamás de mero grupo terrorista a interlocutor indirecto, permitiendo por ejemplo inyectar fondos externos en Gaza (timesofisrael.com). La prensa israelí ha documentado cómo, desde 2018, Israel autorizó la entrada regular de “maletas con millones en efectivo desde Catar” hacia la Franja de Gaza (elpais.com timesofisrael.com). Oficialmente esos fondos, aportados por Catar con beneplácito israelí, servían para pagar salarios y mantener la frágil calma en Gaza. En la práctica, Netanyahu apostó a que un Hamás económicamente aliviado gobernaría Gaza en paz y frenaría cualquier impulso de negociar un Estado palestino (web.archive.org). The New York Times reveló que Netanyahu “no solo toleró esos pagos, sino que los alentó” durante años, en una política descrita internamente como “comprar calma” (web.archive.org). De hecho, el propio Netanyahu llegó a reconocer (según citó Josep Borrell) que “transferir dinero a Hamás (…) es parte de nuestra estrategia para asegurarnos de que nunca exista un Estado palestino” (elpais.com).
Esa táctica de fortalecer a Hamás para debilitar a la Autoridad Palestina ha sido ampliamente criticada. “Hamás fue financiado por el Gobierno de Israel en un intento de debilitar a la Autoridad Palestina liderada por Fatah”, denunció en 2024 el alto diplomático europeo Josep Borrell (elpais.com). Analistas y miembros de la oposición israelí coinciden: mientras se asfixiaba políticamente al presidente palestino Mahmud Abbas en Cisjordania, se permitía que Hamás se afianzara en Gaza (timesofisrael.com). Esta “alianza” de conveniencia –mantener dividido al pueblo palestino entre dos gobiernos enfrentados– ha tenido consecuencias desastrosas. Tras el ataque sorpresa de Hamás en octubre de 2023, Israel se vio “pagando el precio” de años de ambigüedad. “Durante años, Netanyahu apuntaló a Hamás. Ahora estalló en nuestra cara”, tituló con amargura The Times of Israel (timesofisrael.com). La apuesta de cultivar a Hamás como enemigo manejable se revirtió trágicamente, demostrando que alimentar al monstruo no garantizó mantenerlo bajo control.
Más allá del dinero, surge una cuestión aún más espinosa: ¿ha logrado Israel infiltrarse directamente en Hamás? Los servicios de inteligencia israelíes tienen larga fama de operar en las sombras de Gaza. De hecho, Hamás siempre ha sospechado de traidores en sus filas. En los años 90, durante la Segunda Intifada, el propio hijo mayor de uno de los fundadores de Hamás resultó ser un informante secreto de Israel. Mosab Hassan Yousef, primogénito del jeque Hassan Yousef, trabajó casi una década como agente encubierto del Shin Bet dentro de Hamás, sin que nadie en la organización lo supiera (infobae.com). Apodado “El Príncipe Verde” por la inteligencia israelí, sus filtraciones permitieron desbaratar atentados suicidas y conducir a la captura de importantes líderes militantes (theguardian.com). Cuando su historia salió a la luz en 2010, The Guardian señaló que la infiltración israelí en Hamás podía haber llegado “a un grado mucho mayor de lo que se pensaba”.
No es un caso aislado. Hamás enfrenta una batalla constante contra espías y colaboradores. La desconfianza ha calado hondo: durante años la organización ha perseguido con brutalidad a supuestos informantes. Según el testimonio de Mosab Yousef, Hamás llegó a “torturar y asesinar a cientos de prisioneros” palestinos acusados de colaborar con el Shin Bet dentro de las cárceles de Gaza. Hasta el día de hoy, es habitual que las autoridades de Hamás anuncien la detención de presuntos “colaboradores” al servicio de Israel –una dramática cacería interna que demuestra la penetración que Israel busca mantener en territorio enemigo (timesofisrael.com). En abril de 2019, por ejemplo, el gobierno de Gaza informó de la captura de varios espías palestinos que pasaban información a Israel en medio de las protestas de la frontera. Y en 2020, medios de Oriente Medio difundieron reportes explosivos: un comandante de la unidad naval de Hamás habría huido de Gaza rumbo a Israel en una lancha militar, llevándose consigo dinero, equipo de vigilancia y documentos “clasificados y peligrosos”, mientras otro alto oficial de Hamás era arrestado bajo sospecha de espionaje (timesofisrael.com). Hamás desmintió públicamente esas informaciones como “rumores fabricados”, pero el mero hecho de su circulación indicó el nivel de penetración y paranoia. La prensa israelí e internacional siguió de cerca el caso, señalando que los líderes de Hamás habrían caído en “estado de histeria” al descubrirse la presunta red de infiltrados.
Los servicios secretos israelíes, por su parte, guardan silencio. El Shin Bet y el Mossad rara vez confirman sus operaciones, pero sus éxitos se dejan entrever en los fracasos de Hamás. Cada militante clave capturado o eliminado con precisión quirúrgica sugiere inteligencia privilegiada obtenida desde dentro. “No hay duda, Israel tiene ojos y oídos incluso en los círculos íntimos de Hamás”, comentó un exoficial de seguridad palestino off the record tras una de estas operaciones encubiertas. Si en los años 80 Israel alimentó a Hamás, en las décadas siguientes aprendió a incrustarse en el corazón de su enemigo, usando el engaño y la inteligencia humana como armas igual de potentes que los drones o misiles.
A la luz de esta historia turbia, surgen interrogantes inquietantes. Si Israel ayudó a dar vida a Hamás y posteriormente ha buscado manipularlo y espiarlo, ¿podemos estar seguros de quién mueve realmente los hilos? ¿Hasta qué punto los golpes asestados por Hamás son fruto exclusivo de su agenda islamista, o en parte una consecuencia imprevista de estrategias israelíes pasadas? La relación entre Israel y Hamás ha demostrado ser un juego peligrosamente ambiguo, con líneas borrosas entre la confrontación abierta y la connivencia soterrada.
Al final, quedan más preguntas que respuestas. ¿Tiene Hamás infiltrados israelíes entre sus propias filas en este mismo momento? ¿Pudo la mano que alimentó a la bestia haber dejado agentes durmientes en su interior? Las evidencias históricas documentadas –desde los fondos encubiertos hasta los informantes secretos– obligan a contemplar esa posibilidad por descabellada que parezca. Hamás nació, en parte, de un “error enorme y estúpido” de Israel, como reconoció un exagente del Mossad décadas después (abc.es). Hoy, tras ríos de sangre y guerra interminable, la sombra de ese error sigue proyectándose. La poderosa incógnita es si Israel, a pesar de todo, sigue teniendo algún control sobre el monstruo que ayudó a crear, o si aquel experimento se le fue definitivamente de las manos. El tiempo –y futuras investigaciones– tendrán la última palabra, pero el legado de esta alianza perversa ya ha quedado inscrito en la historia,
Y así, el monstruo que un día fue alimentado en las sombras, hoy devora a su propio creador. Lo que comenzó como una estrategia geopolítica encubierta terminó convertida en una herida sangrante que marca con fuego la historia contemporánea de Medio Oriente. Lo que Israel creyó manejar, terminó por estallar en su propio corazón.
Pero la pregunta ya no es solo táctica. Es profundamente moral.
Hoy, Gaza yace en ruinas. No como metáfora, sino como tragedia tangible. Sus hospitales colapsados, sus escuelas arrasadas, sus barrios pulverizados. Más del 70% de su población desplazada. Y lo más atroz: miles de niños hambrientos, huérfanos, bajo los escombros, víctimas de una estrategia militar que ha hecho de la escasez de alimentos y agua un arma de guerra. Una estrategia que ha cercado la Franja con más saña que lógica, castigando indiscriminadamente a civiles que no eligieron ni votaron por sus verdugos.
Y mientras el mundo declara principios universales, Palestina sigue sin un asiento pleno en las Naciones Unidas, sin una voz con poder de veto, sin un Estado oficialmente reconocido por quienes dominan la arquitectura global del poder. Es una nación huérfana de diplomacia y rehén de intereses cruzados.
¿Estamos esperando que ocurra un segundo genocidio historico ante los ojos del siglo XXI? ¿Acaso debemos repetir el horror con nuevas víctimas para darnos cuenta de que ya es demasiado tarde?.
¿Hasta cuándo el cálculo geopolítico justificará el silencio, la tibieza y la complicidad?
¿Hasta cuándo se hablará de “conflicto” cuando ya se trata de una maquinaria de exterminio y ocupación prolongada?
La historia entre Israel y Hamás no es solo un expediente de errores estratégicos. Es un espejo oscuro del cinismo de los poderosos. Porque si Israel ayudó a parir a su peor enemigo, y si Hamás es a la vez criatura y verdugo, entonces el mundo tiene la obligación de preguntarse:
¿Quién controla realmente esta tragedia interminable?
¿Y qué se necesita para que una humanidad que juró “nunca más”… actúe antes de que el crimen se consuma de nuevo?
¿Quién está realmente dentro de Hamás?, ¿Se tenía conocimiento de la planificación del ataque de Hamás? ¿Quienes se benefician con esto?
Fuentes: The New York Times, The Times of Israel, El País, ABC, The Washington Post, The Guardian, entre otros. abc.es elpais.com infobae.com timesofisrael.com