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Ay, que merengue baila la gente (1 de 5)

Por Agustín Cortés

Opinión. Jueves, 27 de Marzo, 2025

El esfuerzo técnico, creativo y económico dispuesto por el personal involucrado en La Feria de La Paz y Confraternidad del Mundo Libre tiene muy pocos procesos constructivos con los cuales se le pueda comparar en el país, así como en múltiples espacios geográficos del continente y el mundo.

Cuando nos retrotraemos setenta años de nuestra historia reciente, el escenario social, político, histórico y económico con el que nos encontramos, corresponde a la sangrienta dictadura trujillista. Corría el año de 1955 y el régimen de fuerza preparaba los festejos correspondientes al veinte y cinco (25) aniversario de gestión gubernamental, teniendo como jefe absoluto al generalísimo de cinco estrellas Rafael Leonidas Trujillo Molina.

La celebración sería en grande y para ello se diseñó un evento de magnitud internacional, denominado bajo el pomposo nombre de Feria de La Paz y Confraternidad del Mundo Libre. Su programación inició el 20 de diciembre del 1955, y concluyó el 31 de diciembre del año 1956, de modo que la feria de la satrapia dominicana permaneció abierta al público durante 376 días. Ese período de tiempo equivale a un año y once días. Indiscutiblemente, ese evento monumental debe poseer un récord mundial como la feria más extensa del mundo.

El poderoso funcionario Virgilio Álvarez Pina, gobernador del Distrito Nacional, colaborador personal del perínclito varón de San Cristóbal, fue designado presidente de la comisión organizadora de la feria.

La magnitud de la inversión económica realizada en ese espacio de la entonces denominada ciudad Trujillo, hoy Santo Domingo de Guzmán, incluyó la construcción de setenta y cinco (75) edificios permanentes, obras que fueron levantadas en el tiempo récord de seis meses. Independientemente de que esa proeza se llevara a cabo en ese corto periodo de tiempo, entendemos que la decisión de llevar a cabo la feria en tan opulento espacio metropolitano, no contaba en la agenda del aparado ejecutivo de la perversa dictadura en el año 1954, ni en el primer semestre del año 1955.

En ese instante, que no es el mejor momento económico de la cofradía dictatorial, se plantea la propuesta de llevar a cabo un proyecto de amplia incidencia continental y mundial, que de manera extraordinaria muestre una imagen dócil, gentil y de apertura total ante los pueblos del mundo.

En grandilocuencia monumental la satrapia trujillista no escatimaba esfuerzos económicos y logísticos. Eso lo sabían funcionarios y colaboradores cercanos del tirano. Los recursos tenían que aparecer en abundancia para satisfacer la megalomanía de un hombre que no jugaba con su nombre, su tiempo y su régimen de terror.

Indudablemente, que la construcción de los edificios, calles, avenidas y áreas verdes para la celebración del señalado evento ferial supuso una dura prueba de fuego para el Ministerio de Obras Públicas, así como para ingenieros, arquitectos y constructores independientes del país en ese momento. Analizando retrospectivamente ese encargo estructural, debemos llegar a la conclusión de que el esfuerzo técnico, creativo y económico dispuesto por el personal involucrado en el mismo tiene muy pocos procesos constructivos con los cuales se le pueda comparar en el país, así como en múltiples espacios geográficos del continente y el mundo.

Además de las estructuras físicas, materializar la feria durante los doce meses y unos días de festejos, se diseñaron y desarrollaron diversos programas de espectáculos artísticos y eventos culturales que convirtieron la isla en la meca del show y la diversión continental.

Dentro de la feria y como casos muy particulares, se llevaron a cabo dos eventos con características muy disimiles y en un espacio de tiempo más reducido. Esas atracciones especiales fueron: La Feria del Libro Iberoamericano, dedicada a la distinguida escritora Doña María Martínez de Trujillo, y en segundo lugar, la Feria Ganadera Internacional, cuyo atractivo principal fueron las exhibiciones del 99% de los ejemplares de la Hacienda Fundación, propiedad del jefe absoluto del país, ubicada en su feudo particular de San Cristóbal.

El acto inaugural de ese magno evento político-cultural incluyó el corte de la cinta a cargo del presidente títere de turno, su hermano Héctor Bienvenido Trujillo (Negro), y la intervención del generalísimo de cinco estrellas, pronunciado el discurso de orden, destacando los grandes logros del régimen en veinte y cinco años de gestión.

En esa fastuosa ceremonia se destacó un hecho superlativo, la coronación de Angelita Trujillo, quien con apenas 16 años de edad fue investida como La Reina de la Feria de La Paz.
Como parte de su privilegiada posición paternal, Angelita lució en la ocasión un vestido de color blanco, bordado con sesenta (60) pieles de Armiño ruso (*), un lujo que costó al país ochenta mil (US$80,000.00) dólares, y cuya confección se encargó en Fontana, Roma, Italia.
Su vestimenta incluía además, un cetro de oro, y una corona especialmente decorada.
Indudablemente, la tiranía trujillista no se andaba con rodeos ni mezquindades económicas cuando deseaba dejar en el público local e internacional, la grandilocuencia de su poder y efecto.

El ambiente artístico también presentó las máximas estrellas del país, así como diversas del continente y el mundo. De tantas figuras artísticas internacionales presentes durante el año de realización de la feria, traigo a colación uno de los más aclamados y reconocidos del mundo en ese momento: Xavier Cugat y su banda.

Xavier Cugat era un verdadero show man. Podía hacerlo todo y bien en un escenario. Su fama era extraordinario en esos momentos, tanto en el continente como en grandes escenarios del universo.

Indiscutiblemente, la tiranía valoró la condición de Cugat para algo especial de La Feria, procurando que su internacionalización contribuyera a que el evento también lo fuera. De esa forma, los fieles asesores del hombre fuerte decidieron contratarlo no solo para presentarse en los distintos escenarios del país, si no también para que produjera una propuesta musical extraordinaria, pero fundamentada en la música que el tirano prefería: el merengue.

De esas dos extraordinarias figuras artísticas que unen sus talentos creativos para llevar a cabo esa producción por encargo, trataré con ustedes, estimados lectores, en el siguiente artículo de esta serie.

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