Opinión. Miercoles, 03 de Diciembre, 2025
La economía dominicana está creciendo muy poco. El Indicador Mensual de Actividad Económica (IMAE), que mide el progreso mensual de la economía, presenta un crecimiento de apenas 2.0% en los primeros diez meses de 2025 en comparación con 2024. En octubre, el aumento fue de solo 0.2%.
Varios analistas plantean que el resultado de octubre se debió al efecto de las lluvias. Las lluvias influyeron pero no explican el fenómeno. En ausencia de las lluvias y suspensión de labores, en octubre probablemente se iba a crecer entre 1% y 1.7%, una cifra excepcionalmente baja. Es importante recordar que el crecimiento de agosto (1.5%) y de septiembre (1.1%) marcaba una tendencia decreciente.
La economía luce en una situación de parálisis. Contrario a lo que se puede pensar, los países de América Central no están exhibiendo una situación similar. Todo lo contrario. Costa Rica (4.4%), Panamá (4.3%), Guatemala (4%) y Honduras (3.6%) presentaron tasas de crecimiento mayores que las de República Dominicana acumuladas a septiembre de 2025. Igual sucedió con El Salvador (3.8%) y Nicaragua (4.3%) acumulados a agosto de este año. Todos esos países se enfrentaron a altas tasas de interés internacionales y a aumentos de aranceles desde Estados Unidos.
Por ello, el estancamiento dominicano no se debe principalmente a factores externos. Si así fuera, la región mostraría desempeños igualmente bajos, cuando históricamente República Dominicana ha liderado el crecimiento. En los países mencionados, el consumo privado y público mantuvo un ritmo positivo y dinámico; aunque algunos sectores se contrajeron (como construcción privada e industria), otros compensaron con fuertes expansiones (agropecuaria, servicios financieros, transporte y almacenamiento, y inversión pública).
En República Dominicana, en cambio, la debilidad se percibe más generalizada: bajo dinamismo del consumo privado, poco crecimiento de la inversión pública y caída de la formación bruta de capital.
Ante este fenómeno, la disyuntiva es conocer si lo que se ve en 2025 (que también sucedió en 2022) es coyuntura o largo plazo, si es ciclo o tendencia.
En 2025, el bajo crecimiento es una consecuencia de inversión pública baja y muy concentrada en unos pocos proyectos de transporte o agua potable, así como de menor actividad económica privada luego del anuncio de la reforma fiscal de 2024.
Aquí la receta sería aumentar el gasto en obras públicas de alto impacto social en cientos de comunidades del país, y aprovechar las tasas de interés más bajas para dinamizar la demanda.
En el largo plazo, sin embargo, la discusión es compleja. El crecimiento potencial –la tasa de expansión sostenible de una economía– ha caído de 5% a un rango entre 4% y 4.5%. A menor crecimiento potencial, significa que la economía tiene menores perspectivas de aumentar su producción futura. Para elevarlo, se necesita realizar un conjunto de reformas.
La principal quizás sea una reforma educativa profunda, que forme trabajadores más competentes y atraiga inversión extranjera en industria. También se requiere una fiscalidad que permita hacer las obras necesarias para el desarrollo, así como la resolución de problemas estructurales como el déficit financiero eléctrico.
Sin esas reformas, la economía dominicana corre el riesgo de comportarse como un carro con problemas de batería: puede caminar, pero en algún momento se apaga y no se vuelve a prender a menos que se jumpee. El tiempo apremia.