Opinión. Jueves, 04 de Septiembre, 2025
El asunto, de tan complicado es sencillo. Si Ud. aspira a ser candidato presidencial por su partido, tiene, entonces, tareas inevitables que debe comenzar a realizar… ayer. Comencemos.
Un candidato a la primera magistratura del Estado debería ser capaz de hablar sobre cualquier parte del territorio nacional, con la soltura con que el hijo del profesor McKinney conversa en “La peña de los muertos de hambre”, sobre sus caminatas y maroteos por los conucos de Cañafístol, Sombrero, El Llano y Boca Canasta, en el Baní de sus pasiones.
De igual manera, su discurso político no debe estar demasiado lejos del que poseen Leonel Fernández o Guido Gómez Mazara. Además, debe manejar con profundidad, por lo menos uno de los grandes temas de la agenda nacional, dígase salud, educación, seguridad, apagones, corrupción. Pero existe otra reflexión que uno ha ido regalando a buenos amigos o simples asesorados -con o sin aspiraciones presidenciales- al momento de ser designados en cualquier puesto en el Estado. Es la siguiente: Si quiere aspirar con éxito a una posición superior a la que le ha sido asignada -incluida la Presidencia de la República-, empléese a fondo por lograr que al abandonar la institución bajo su mando, ella esté mucho mejor que como Ud. la encontró y, de ser posible, haya logrado hacer realidad algunos de los viejos anhelos y aspiraciones del proyecto país.
Le ha ocurrido a David Collado en el ministerio de Turismo, cuyos resultados hablan mejor que él, tan parco de palabras. A un Guido que está revolucionando a INDOTEL, avanzando en viejas metas diluidas entre el tiempo y los gobiernos; y más recientemente al señor Sanz Lovatón, cuya promesa de convertir al país en el hub logístico del Caribe comenzó a ser una realidad ayer con la llegada al país del primer avión de la empresa global Amazon, que ha decidido utilizar nuestras aduanas como centro logístico de sus operaciones para la región.
A estos señores, sumo a Wellington Arnaud y sus avances en INAPA, o a la cibaeña vice Raquel Peña que, como se sabe, rinde más que una sopa de pobres y sirve hasta para remedios, según me cuenta un fraterno amigo cibaeño.
En fin, pónganse bíblicos, damas y caballeros: “por sus obras los conoceréis”. Ellas son el mejor discurso. No basta con vencer, hay que convencer. Ganar para fracasar es nunca haber vencido. Con su permiso.