Opinión. Jueves, 28 de Agosto, 2025
En Gaza, el cielo no siempre anuncia lluvia. A veces lo que cae del firmamento es fuego que no se apaga, partículas que se adhieren a la piel de un niño o al velo de una madre y lo consumen todo en segundos. Es fósforo blanco: un arma que, en pleno siglo XXI, sigue siendo arrojada sobre una de las poblaciones más densamente habitadas del planeta.
Mientras el humo cubre escuelas, hospitales y campos de refugiados, el mundo asiste dividido: unos lo llaman “táctica militar”, otros lo denuncian como crimen de guerra. Pero en Gaza, la diferencia entre esos términos se mide en cuerpos calcinados y en gritos silenciados.
El drama no termina en las víctimas directas. También mueren quienes intentan contar la historia: Las Oficina de la ONU cifra en un mínimo de 242 (al 11 de agosto) a los periodistas palestinos abatidos desde el inicio de la guerra el 7 de octubre de 2023, lo han convertidos en objetivos de guerra para que el mundo no vea lo que sucede. El resultado es brutal: el fuego no solo quema carne, también quema la verdad.
Este artículo examina cómo el fósforo blanco ha pasado de ser una herramienta militar a convertirse en símbolo del fracaso moral y legal de la humanidad. ¿Qué pesa más hoy: la letra fría de los tratados internacionales o la vida ardiente de un niño en Gaza?
El Short de AJ+ Español, titulado “Crimen de guerra israelí: Fósforo blanco”, muestra en apenas segundos una denuncia que retumba en la opinión pública: Israel ha utilizado fósforo blanco en Gaza, una de las zonas más densamente pobladas del planeta.
VIDEO YOUTUBE: https://www.youtube.com/shorts/nuBjhwKx4yE
En ese territorio donde viven 2.3 millones de personas y la mitad son niños, las armas incendiarias no distinguen entre combatientes y civiles. Mujeres, menores y ancianos son las principales víctimas.
El fósforo blanco arde a 800 °C, se adhiere a piel, ropa y huesos, y provoca quemaduras que no se extinguen con agua. En teoría, es un arma de “cobertura de humo”. En Gaza, se transforma en un arma de terror masivo.
Impacto directo en la población civil:
El fósforo blanco ocupa un vacío legal:
👉 Usarlo en Gaza, un enclave densamente poblado, constituye crimen de guerra según el derecho humanitario internacional.
Continente | Países que lo ratificaron | Año |
Europa | España, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Suecia, Suiza, etc. | 1981–1997 |
América | México, Argentina, Chile, Brasil, Canadá, Perú, Colombia | 1982–1999 |
África | Egipto, Nigeria, Sudáfrica, Marruecos, Argelia | 1981–2001 |
Asia | China, Japón, India, Corea del Sur, Filipinas | 1981–1997 |
Oceanía | Australia, Nueva Zelanda, Fiyi | 1981–1995 |
Las denuncias no son nuevas ni aisladas:
Según la Federación Internacional de Periodistas (2024), más de 130 periodistas y trabajadores de medios han sido asesinados desde el inicio de la ofensiva, junto a familiares en ataques dirigidos.
RSF declaró:
“Estamos ante un intento deliberado de eliminar testigos. Gaza es hoy el lugar más peligroso del mundo para ejercer el periodismo.”
El video de AJ+ logra lo que los informes legales no generan indignación inmediata. Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de la ONU permanece paralizado por vetos de potencias que bloquean sanciones contra Israel.
La contradicción es brutal: la ética global se enciende en redes sociales, pero la justicia internacional se apaga en salas diplomáticas.
El caso del fósforo blanco en Gaza desnuda un doble fracaso:
El fósforo blanco no distingue entre soldados y niños. Solo destruye.
La pregunta es simple y desgarradora:
Si el mundo calla ante el fuego que devora a mujeres, niños y periodistas en Gaza, ¿quién defenderá mañana la humanidad cuando sea nuestra verdad la que arda?