Opinión. Martes, 01 de Abril, 2025
Todo lo que ocurre en el vecino país, Haití, repercute directamente en la República Dominicana. La fragilidad de su institucionalidad y la constante crisis política generan una inestabilidad que no se detiene en su territorio, sino que inevitablemente traspasa nuestras fronteras.
Ayer, más de 500 reos escaparon de una prisión haitiana, y de esos delincuentes, cuantos pueden intentar ingresar a nuestro país. La gran interrogante es: ¿Cuántos de ellos llegarán aquí y continuarán con sus actividades delictivas?
La experiencia nos ha demostrado que cada vez que Haití atraviesa un golpe de Estado, un colapso institucional o una crisis de seguridad, en República Dominicana se registra un aumento en la delincuencia.
Los delincuentes que huyen de la justicia en su país no se transforman en ciudadanos ejemplares al cruzar la frontera; el criminal solo sabe delinquir. Esto nos deja ante un panorama alarmante: si las autoridades dominicanas no toman medidas inmediatas y estrictas, nuestra ya preocupante delincuencia se verá incrementada por estos nuevos actores del crimen.
El Estado dominicano debe actuar con determinación para evitar que nuestra seguridad se deteriore aún más. El fortalecimiento del control fronterizo, el incremento de la vigilancia en las comunidades cercanas y una estrategia efectiva de inteligencia deben ser prioridades. No podemos permitir que la inestabilidad del vecino país se convierta en nuestra desgracia.
El pueblo dominicano ya enfrenta suficientes desafíos en materia de seguridad. Cualquier descuido en este tema traerá consecuencias irreversibles. Es momento de exigir que las autoridades asuman su responsabilidad con firmeza.
De lo contrario, estaremos ante un incremento descontrolado de la criminalidad que tanto daño nos ha causado y nos sigue causando. La prevención y el control deben ser las principales herramientas para proteger a nuestra nación.