Opinión. Lunes, 22 de Diciembre, 2025

La semana pasada, durante una de mis tantas jornadas de capacitación, me tocó viajar al interior del país. Como ocurre con frecuencia en este tipo de compromisos profesionales, llegué la noche anterior y me hospedé en un hotel de Santiago de los Caballeros. Nada fuera de lo habitual hasta ese momento. Sin embargo, al sentarme en el escritorio de la habitación para revisar materiales y adelantar trabajo, algo llamó poderosamente mi atención.

Justo frente a mí había una serie de indicaciones claras y sencillas sobre postura segura, ergonomía básica y recomendaciones para trabajar de forma saludable mientras se utiliza el escritorio. No era un afiche decorativo ni un mensaje genérico de bienestar. Era información concreta sobre cómo sentarse correctamente, cómo posicionar la espalda, los brazos y el cuello, y la importancia de hacer pausas durante la jornada.

Confieso que me sorprendió gratamente. No porque la ergonomía sea un concepto desconocido para mí, sino porque no es común encontrar este tipo de mensajes preventivos en espacios que no están pensados, en principio, como lugares de trabajo formal, y ahí está justamente el valor de la experiencia.

Ese pequeño detalle habla de una visión mucho más amplia de la seguridad y la salud. Habla de una organización que entiende que el bienestar no depende de si una persona es colaborador, cliente, huésped o visitante ocasional. Habla de una cultura que reconoce que cualquier persona puede pasar horas sentada, trabajando con una laptop, respondiendo correos, planificando reuniones o simplemente escribiendo, y que hacerlo mal también tiene consecuencias.

Dolores lumbares, cervicales, fatiga muscular, tensión en hombros y muñecas no son exclusivos de fábricas, oficinas corporativas o centros industriales. Son problemas reales que afectan a miles de personas todos los días, muchas veces normalizados, muchas veces ignorados, hasta que se convierten en una lesión crónica o en una limitación funcional.

En la República Dominicana, el Reglamento 522-06 sobre Seguridad y Salud en el Trabajo establece claramente la obligación de prevenir riesgos ergonómicos en los centros laborales. Pero más allá de la normativa, este gesto del hotel demuestra algo aún más valioso: compromiso genuino con las personas. Prevención que no se queda en el papel ni en el cumplimiento mínimo, sino que se traduce en acciones simples, visibles y útiles.

Promover una postura segura no cuesta grandes inversiones. Requiere conciencia, intención y una visión preventiva madura. Requiere entender que la seguridad no es solo reaccionar ante accidentes, sino anticiparse a los pequeños riesgos cotidianos que afectan la salud a largo plazo.

Este tipo de iniciativas también envían un mensaje poderoso al huésped: “Nos importa tu bienestar”. Y eso, en un sector como el hotelero, donde la experiencia del cliente es clave, marca una diferencia real. La seguridad y la salud también son parte del servicio.

Como profesional de la seguridad y salud en el trabajo, valoro profundamente cuando una organización decide ir un paso más allá. Cuando entiende que la prevención no termina al salir del trabajo, ni comienza solo cuando hay un contrato laboral de por medio. La prevención verdadera acompaña a la persona donde quiera que esté.

Por eso, esta experiencia merece ser contada y reconocida. Porque cuando un hotel se preocupa por la postura de quien se sienta a trabajar en su habitación, está demostrando que la cultura de seguridad no es un discurso, sino una práctica viva. Y porque cada pequeño gesto preventivo suma, educa y, a largo plazo, protege lo más importante: la salud y la calidad de vida de las personas.

Ojalá más espacios adopten esta mirada. Porque la seguridad no siempre se anuncia con alarmas ni se mide en estadísticas. A veces se manifiesta en un simple cartel, en el lugar correcto, en el momento justo.