Opinión. Lunes, 26 de Mayo, 2025
Santo Domingo Este vive su peor momento. Por dondequiera que se camina, lo que se observa es desolador: contenedores desbordados de basura, mal olor en casi todos los sectores, proliferación de ratas y montones de desperdicios acumulados en cajas improvisadas.
La situación del tránsito es caótica. Los reductores de velocidad, que en teoría deberían salvar vidas, han provocado accidentes fatales por su mal diseño y colocación inadecuada. El desorden vial y la inseguridad son constantes.
El presidente de la República debe declarar a Santo Domingo Este en estado de emergencia. Este municipio se hunde cada día más en una crisis provocada no solo por la acumulación de basura y la ocupación ilegal de espacios públicos, sino también por la inacción –y en algunos casos la complicidad– de las propias autoridades municipales.
El Ayuntamiento, en lugar de poner orden, parece promover el desorden, ignora las normas de urbanismo y emplea policías municipales que actúan sin control, intimidando a ciudadanos y contribuyendo al caos general.
A esto se suma un fenómeno alarmante: en varios puntos del municipio se han establecido nuevos centros de distribución de sustancias prohibidas, cuyos principales clientes son personas que hurgan en los contenedores del cabildo, profundizando el círculo de miseria, adicción y violencia.
Los munícipes viven en un estado de desesperación. La falta de autoridad, la indiferencia institucional y la expansión del microtráfico están convirtiendo a Santo Domingo Este en un territorio abandonado.
Es urgente una intervención integral del gobierno central para rescatar a este municipio antes de que el deterioro sea irreversible.