Opinión. Lunes, 24 de Noviembre, 2025

En la escena política dominicana hay figuras que se mueven con ambición, otras con prudencia y algunas que parecen estar en todas partes al mismo tiempo. En esa última categoría encaja perfectamente Dio Astacio, pastor evangélico, alcalde de Santo Domingo Este, aspirante a presidente del PRM en el municipio más grande del país y, ahora, flamante candidato para presidir la Federación Dominicana de Municipios (FEDOMU). La pregunta es inevitable: ¿qué tanto poder quiere Dio Astacio?

Su estilo comunicacional –rápido, histriónico, casi caricaturesco– recuerda al famoso personaje de caricaturas: siempre aparece repentinamente, cambia de escenario con facilidad y actúa como si la política fuera una comedia ligera donde todo es posible. No en vano muchos ya le llaman en voz baja el “Bugs Bunny” de la política dominicana.

Pero detrás del humor hay un tema serio: la acumulación simultánea de poder político, institucional y territorial.

Dio Astacio ha logrado, en tiempo récord, colocarse como una figura omnipresente. Desde su despacho en la Alcaldía de SDE administra el municipio más complejo del país; desde su liderazgo religioso se proyecta hacia una base social fidelizada; desde el PRM busca controlar la estructura partidaria local; y, desde FEDOMU, pretende influir en toda la política municipal nacional.

Lo preocupante no es que aspire; aspirar es un derecho.

Lo preocupante es la concentración, el intento de estar en todos los espacios donde se decide, se negocia y se controla.

Santo Domingo Este enfrenta problemas graves: basura, drenaje, inseguridad, movilidad, desorden urbano. Y mientras la población exige soluciones concretas, su alcalde parece más ocupado en expandirse políticamente que en resolver lo que tiene frente a sí.

FEDOMU no puede ser un trampolín personal.

El PRM no puede ser un botín municipal.

La Alcaldía no puede ser un escenario de campaña permanente.

El país no puede normalizar la política multi-cargos.

Dio Astacio debe responder una sola pregunta antes de seguir acumulando aspiraciones:

¿Está en política para servir… o para coleccionar posiciones?

Porque ya no se trata solo de fe, liderazgo o visibilidad; se trata de límites, responsabilidad y sentido institucional. Y, sobre todo, de hasta dónde vamos a permitir que un funcionario convierta la administración pública en una película de dibujos animados donde siempre gana el mismo personaje.