Opinión. Martes, 11 de Noviembre, 2025
Hace semanas que nadie ve al diputado Rafael Castillo. Ni en actos públicos, ni en medios, ni siquiera en las redes donde solía dejar alguna pincelada política. Sus allegados callan, y cuando un político desaparece y su entorno calla, el silencio se vuelve noticia.
Castillo, vocero del bloque de diputados de la Fuerza del Pueblo, ha mantenido un bajo perfil que sorprende a propios y opositores. En su última campaña para la dirección política, apenas visitó a unos cuantos dirigentes del municipio. No llegó ni al cinco por ciento, dicen los cálculos más generosos. Y aun así, fue el más votado de todos los aspirantes de su municipio.
Eso en política tiene una sola explicación: el hombre tiene más crédito del que parece.
Algunos de sus cercanos aseguran que aquella campaña tan tímida fue por un asunto personal impostergable. Lo cierto es que, tras aquella elección interna, el diputado se esfumó. Solo se le vio brevemente dando declaraciones sobre temas del municipio, y luego como si nada desapareció del radar.
En su ausencia, el alcalde Dío Astacio ha tenido el terreno libre. Tan libre, que en este mes ha gobernado sin que nadie le respire cerca. No hay una voz que le sirva de contrapeso, ni una sombra de fiscalización real.
Dío, caracterizado por el alto gasto en su propia imagen y por la poca transparencia en los procesos administrativos, ha convertido su gestión en un espectáculo continuo. La opacidad es su marca y el aplauso, su mejor aliado. Hasta los regidores de oposición que deberían fiscalizarlo terminan celebrando cada acto de magia, repitiendo como verdades incuestionables las medias mentiras del inquilino del cuarto piso del palacio municipal.
Y aunque el diputado Castillo es un congresista, su papel principal no es supervisar al alcalde. Para eso está el Concejo de Regidores. Pero ese organismo que debería ser un muro de control se ha convertido en un sello gomígrafo del alcalde. Todo lo que Dío propone pasa sin debate, sin oposición, sin siquiera el disimulo de una duda.
Una fuente muy cercana al legislador asegura que Castillo está fuera del país desde el 20 de octubre atendiendo un asunto personal de fuerza mayor. Y según esa misma fuente, el diputado lamentó que los aspirantes a alcalde hayan dejado solo el terreno político, permitiendo que Dío Astacio maneje el municipio a su antojo. Dicen que comentó, con su estilo de ocoeño nacionalizado de losminero
“Si nadie le pone freno a ese hombre, dejará el municipio como un carro que le han robado las ruedas, sostenido en cuatro blocks”
La frase resume bien el sentimiento de muchos en Santo Domingo Este. El alcalde actúa con libertad total, y la oposición, si la hay, parece de vacaciones.
El posible regreso de Rafael Castillo podría traer algo de equilibrio al panorama político del municipio. Y en lo que aparece el diputado, Dío Astacio sigue al mando, cómodo, sonriente, sin que nadie le cuestione ni le mueva una coma.