Opinión. Miercoles, 26 de Noviembre, 2025
En su visita reciente a la República Dominicana, invitada por Mar de Palabras y en conversación con José Mármol, la escritora española Irene Vallejo dejó caer una frase tan breve como demoledora: “el bien no se nota”.
En un tiempo donde la estridencia tiene más audiencia que la sensatez, ese comentario es una brújula moral en medio de un mundo que se acostumbra demasiado rápido a las sombras.Vallejo, autora de obras tan inolvidables como conmovedoras como El infinito en un junco y Manifiesto por la lectura ha defendido con ternura, inteligencia y profundidad la fragilidad de lo humano, insistiendo en algo que siempre nos cuesta aceptar, que el bien no suele ser espectáculo. No abre noticiarios, no se viraliza, no impacta como un escándalo. El bien es un susurro. Y en sociedades dominadas por el ruido, los susurros se pierden.
Pero que el bien no haga ruido no significa que no exista. Significa que hay que buscarlo, cultivarlo y, sobre todo, hacerlo visible. Por eso aplaudo las reflexiones de Vallejo en múltiples textos cuando dice que somos testigos disciplinados del desastre, pero espectadores distraídos del heroísmo cotidiano. O que la bondad opera con la lógica de los “cuidados silenciosos”: personas que sostienen familias, comunidades, instituciones sin esperar aplausos, sin protagonismo, sin trending topic.
Donde no se celebra el bien, se normaliza el cinismo. Y donde se normaliza el cinismo, la convivencia comienza a erosionarse.En República Dominicana lo hemos comprobado muchas veces. Cuando lo positivo no se visibiliza, ganan terreno la desconfianza, el fatalismo y aquella frase fatalista de que “aquí no sirve nada”.
Por eso, años atrás, impulsamos la campaña Bien por Tí, precisamente para romper ese círculo vicioso. Una iniciativa que buscaba hacer evidente aquello que suele pasar desapercibido, como las acciones correctas, los comportamientos cívicos, la ayuda desinteresada, el compañerismo, la empatía, la cortesía, el respeto. Fue una declaración cultural, basada en la idea de que la bondad también merece un lugar en el espacio público.
Por eso ha resonado tanto lo que Irene Vallejo nos recuerda con su elegancia y su fe en las pequeñas cosas, que es que la bondad necesita aliados. Necesita instituciones que la celebren, medios que la amplifiquen, escuelas que la enseñen, familias que la practiquen y líderes que la encarnen, sobre todo en sociedades saturadas de ruido, esa resistencia es urgente.
Si dejamos que solo lo negativo tenga visibilidad, terminamos aceptando como normal una versión dañada de nosotros mismos.
Quizá ha llegado el momento de retomar el espíritu de Bien por Tí, no como un recuerdo nostálgico, sino como un movimiento permanente, que haga acopio, como dice Vallejo, de nuestra historia llena de pequeños actos de bondad que salvaron vidas, preservaron libros, sostuvieron comunidades, como muestra de que lo que falta no es bondad, sino narrativa.
Porque un país que ve el bien, lo reproduce. Y uno que lo ignora, termina erosionándolo sin darse cuenta.