Opinión. Lunes, 15 de Diciembre, 2025
Este análisis de comunicación política revela cómo un video de un funcionario borracho de poder y ajeno a la realidad del pueblo genera un rechazo ciudadano contundente.
En política, la forma también es fondo. No importa lo que un funcionario diga que quiere transmitir; lo que importa es lo que la gente percibe y siente. El reciente video de Tony Peña Guaba, director del Gabinete Social de la Presidencia, demuestra con claridad cómo un gesto mal calculado puede convertirse en un error político de grandes proporciones.
El audiovisual muestra a Peña Guaba entrando a una residencia lujosa, sosteniendo una botella de vino con naturalidad, dejando caer la llave de un vehículo de alta gama, acomodándose en un sillón de cuero y sirviéndose una copa para disfrutar de videos navideños. Cada detalle, desde el reloj de marca que luce hasta la tranquilidad con que se recuesta, transmite un mensaje de bienestar, comodidad y poder personal. Lo que él buscaba tal vez fue mostrar un descanso merecido, pero lo que el país recibió fue otra cosa, una sensación de desconexión, indiferencia y hasta provocación.
El problema no es que un funcionario tenga lujos. El problema es quién es, qué representa y cuándo decide mostrarlos. Peña Guaba encabeza una institución cuya misión es diseñar y coordinar políticas sociales para los sectores más pobres y vulnerables del país. Personas que hoy no pueden darse el lujo de sentarse en un sillón de cuero ni de descorchar una botella de vino importado para olvidar el cansancio del día. Personas que viven con angustia, calculando cómo resolver la cena, cómo comprar un medicamento o cómo enfrentar la Nochebuena con dignidad.
Ese contraste se hace aún más doloroso considerando la crisis que atraviesa el país. La Procuraduría General de la República acusa al director de SENASA, Santiago Hazim, y a varios empresarios y funcionarios de un fraude de más de 15 mil millones de pesos que afectó directamente la salud de miles de personas. Medicamentos cobrados como entregados, coberturas agotadas sin que el asegurado lo supiera y, en algunos casos, la pérdida de vidas por la falta de acceso a tratamientos esenciales. En ese escenario social, el lujo y la comodidad de un funcionario social no se interpretan como éxito o bienestar y se leen como insensibilidad y burla.
La política moderna se mueve en el terreno de las emociones y los símbolos. Cada detalle del video se convirtió en signo de desconexión: la llave del vehículo, la copa de vino, el sillón de cuero, el reloj de marca. No porque la gente sea superficial, sino porque la comunicación política es también narrativa y los símbolos pesan más que las palabras cuando el país está herido.
Mientras a los ciudadanos de segunda se les anuncia un bono navideño de apenas 1,500 pesos, el contraste con la vida mostrada en ese video es devastador. La sensación que queda es de distancia, privilegio y falta de comprensión. Ese es el tipo de desconexión que erosiona la legitimidad de quienes ocupan cargos públicos y que convierte en enemigos del pueblo a quienes deberían servirlo.
Este no es un tema de envidia social ni de moral privada. Es un problema de estrategia política, de lectura del momento histórico y de sentido común. Gobernar requiere saber cuándo mostrar, cuándo callar y cómo mostrar lo que se hace. Ignorar esto es cavar un hoyo en la propia credibilidad. Y Peña Guaba, con su brindis, lo hizo de manera pública, visible y simbólicamente explosiva.
Cuando el pueblo sufre, la ostentación no inspira respeto ni admiración. Inspira rabia. Y cuando un alto funcionario decide brindar en medio del dolor colectivo, la política deja de ser un servicio y se transforma en un espectáculo de arrogancia. Ese es el mensaje real que llegó al país. Ese es el error que ahora lo acompaña.
Hoy, los ciudadanos dominicanos ven con rabia el video por distintas razones. Los independientes que votaron por el cambio están indignados por la exhibición de riqueza de quienes prometieron gobernar con honradez y decoro. Los usuarios de la vida nocturna ven en ese video a un fantoche fronteando con una rubia de la farándula un pelotero en una discoteca. La base del PRM ve el video como una traición al presidente Luis Abinader, y los analistas políticos lo consideran un acto decadente de un gobierno cansado de gobernar.