Opinión. Jueves, 09 de Octubre, 2025

El tema de los apagones no es un problema simple o que se deba tomar a la ligera, más que la molestia que pueden causar por razones como el calor, afectan las actividades cotidianas, etcétera, estos representan una carga económica para los ciudadanos, de la cual nadie habla.

Los bolsillos de los dominicanos sufren ‘en carne propia’ las consecuencias de la crisis energética que atraviesa el país. Muchas personas se han visto obligadas a comprar inversores y baterías, disparándose así la venta de los mismos desde hace un mes para acá. ¡Caramba!, y recordar que varios años atrás esa no era una preocupación, incluso, muchos optaron por desinstalarlos.

También hay que mencionar las pérdidas económicas, donde los electrodomésticos resultan afectados por el ‘vaivén de la luz’, y que decir de los alimentos que requieren refrigeración, representando esto un gasto adicional para los hogares que deben reponerlo. Esta situación ha empujado las personas a adquirir productos no pereceros (que se conserven por mucho tiempo sin necesidad de permanecer en la nevera).

Otro costo de las suspensiones de electricidad es el incremento en el consumo de gasolina para los que tienen planta eléctrica, resulta insostenible mantenerla encendida por mínimo tres horas. ¡Eso no lo aguanta nadie!

Y siguiendo el curso de este tema, imposible no hablar de las pérdidas de ingresos, los que tienen negocios dejan de percibir dinero por los alimentos dañados y el consumidor que no acude a un sitio a oscuras. En definitiva, las interrupciones amenazan la supervivencia de los pequeños establecimientos comerciales, debido a que no todo el mundo goza de un inversor o puede tener una planta eléctrica.

En fin, los apagones obligan a la gente a invertir en equipos y enfrentar gastos que no estaban planeados, impactando los bolsillos, los cuales de por sí tienen bastante con la carestía de la vida.

Pero, ¿quién resarce los daños ocasionados? Es la gran pregunta