Cuando se saca balance de lo que ha sido la presente administración gubernamental, sale de inmediato la parte negativa, misma con mucho mayor peso que cualquier otro elemento que se pueda considerar positivo.
Al elegir un gobierno, se hace sobre la base de que responda en primer orden a las necesidades de carácter general de la población. Ese debe ser el objetivo principal, dado su categoría de mayoría, y sobre la que recae el peso de las dificultades.
Períodos tras períodos, vemos los niveles de ilusión de los que deciden en las urnas quienes han de dirigir los destinos del país. Esa ilusión cargada de esperanza, tiende a desmoronarse en la medida que se toman rumbos distintos a lo prometido y esperado.
Desde el inicio del mandato de los denominados modernos, se empezaron a ver los indicios de lo que sería un divorcio total de lo prometido en campaña, con lo ejecutado.
Se nos ocurre, entre las numerosas fallas de esta gestión de gobierno, referirnos a un aspecto vital para los más carenciados, como son los servicios públicos. En comparación con algunos períodos anteriores, es un hecho palpable el deterioro de los servicios energéticos, de salud, educación, transporte, tarjeta solidaridad, entre otros no menos importantes.
Ya no es secreto la baja calidad del desayuno escolar, a lo que se agrega su intermitencia, aspecto demoledor en la economía de cientos de hogares, que tenían una puerta de escape al mandar sus hijos a la escuela en la llamada tanda extendida.
Siguiendo con este hilo, cabe mencionar el desastre de un servicio tan necesario como la tarjeta solidaridad, supérate, o como se le denomine, sobre la que no cesan las denuncias de bloqueo y falta de fondos, cosas ausentes hasta la llegada del presente gobierno.
Asuntos como los servicios de salud y transporte público, han sufrido un notable deterioro. Deficiente atención en el sistema hospitalario, disminución de productos farmacéutico en las importantísimas farmacias populares, baja calidad en el programa 911, y para colmo de los colmos, hasta huelgas en el metro por supuesto incumplimiento con personal desvinculado, a lo que se agrega la cada vez más abusiva tarifa eléctrica, y lo de pasaportes.
Las evidencias nos entregan un balance negativo prácticamente en todos los servicios públicos, lo que se extiende a otras áreas, que resultarían numerosas señalar aquí.
Queda claro que aquello que se vendió a millones de dominicanos, con nombre de cambio, solo ha servido para conducirnos por un camino pedregoso, identificado entre nosotros como involución.
