Opinión. Lunes, 18 de Agosto, 2025
La Fuerza del Pueblo no es, en estricto sentido, un partido político estructurado. Es más bien una federación informal de aspirantes a cargos públicos, conectados con distintos sectores del establishment económico y político de la República Dominicana. Estos actores se agrupan en torno a la figura del líder con mayor influencia viva en la política nacional: Leonel Fernández.
Sin embargo, esa masa humana está sometida al control de dos corrientes internas, cada una con roles bien diferenciados. El grupo que domina la estructura interna es, paradójicamente, el mismo que sin saberlo limita el crecimiento del partido.
Ese núcleo de poder que decide quién asciende en la dirigencia partidaria está encabezado por una figura centralizadora, comparable al Danilo Medina de finales del siglo pasado y principios del 2000. La diferencia es que Danilo tejía su control con una destreza política que hoy se echa de menos.
Este grupo ha construido una especie de OTAN política, una estructura de control interno que opera bajo la supuesta misión de proteger al expresidente Fernández. Se escudan en su figura, aprovechando la veneración casi religiosa que aún le profesan muchos miembros de la Dirección Central y de las bases que crecieron bajo su liderazgo.
Por otro lado, está la corriente con menor poder interno, pero con mayor conexión con el electorado externo. Esta facción cuenta con figuras que gozan de simpatía popular y de respaldo económico, pero no tiene el control del aparato. Curiosamente, es el mismo Leonel quien encabeza ese bloque, aunque su inclinación al equilibrio lo mantiene secuestrado por quienes le cierran el paso a la juventud, lo adulan constantemente y bloquean toda posibilidad de renovación real.
Este grupo dominante, que carece del respaldo popular, impuso recientemente que los miembros de la Dirección Central permanecieran sin pasar por elecciones. Ahora, se prepara para hacer lo mismo con la Dirección Política, evitando validar su autoridad mediante el voto del máximo organismo del partido.
Entre los leales a la línea de Leonel están figuras como Omar Fernández y Félix Bautista. Sin embargo, ni ellos ni el propio presidente del partido están dispuestos a enfrentar directamente al grupo que controla la maquinaria interna. La razón es simple: quienes dominan la estructura no tienen nada que perder, mientras que Leonel, Omar y Félix sí tienen capital político y social que proteger. Sería una batalla desigual.
Mi recomendación a quienes hoy ejercen el control férreo de la Fuerza del Pueblo es clara, moderen su accionar frente a quienes ven en Omar Fernández una figura con proyección presidencial. No permitan que el pueblo perciba que quieren cerrarle el paso al hijo, porque si esa idea se instala en la conciencia colectiva, la base social del partido podría darle la espalda y su glotonería lo dejaría en la oposición hasta el 2040.
No quemen la nave de Omar. Déjenlo volar. Es probable que en 2028 el candidato natural siga siendo Leonel Fernández. Pero toda organización política debe tener un neumático de repuesto. Y si llegado el momento el pueblo prefiere al hijo por encima del padre, el partido debe estar preparado para asumirlo con madurez.
Cada vez que los dinosaurios internos recriminan o minimizan a los seguidores de Omar, lo que realmente hacen es herir al líder que dicen defender, porque pocas cosas serían tan simbólicas y gratificantes para un padre como ver a su hijo juramentarse presidente de la República que una vez él mismo gobernó.