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El impacto del aumento del dólar en la economía dominicana

Por: Nicandro Jiménez

Opinión. Viernes, 05 de Septiembre, 2025

La escalada del dólar estadounidense frente al peso dominicano que ya cotiza en torno a los RD$64 en los principales bancos al 4 de septiembre de 2025 tiene dimensiones que van más allá de los números: es una historia de desigualdad, agotamiento social y decisiones gubernamentales cuestionables.

En el último mes, el peso se ha depreciado un 4 % frente al dólar, y en el último año acumula alrededor del 6,3 % de devaluación. El promedio anual de inflación, que había descendido hasta un 3,4 % en julio, está dentro del rango meta del Banco Central, pero esa cifra oculta miseria creciente para el ciudadano común. Según la Encuesta de Expectativas Macroeconómicas, se proyectaba que el dólar cerraría el año a RD$63,48 y que la inflación rondaría un 4 %. Hoy, esas proyecciones ya quedaron desfasadas.

El peso que “no rinde” no es una frase figurada, viene de la voz de quienes la viven.

Expresa una sensación compartida de pérdida, de que la moneda local ya no basta ni para mantener un espacio digno de vivienda.

El gobierno, por su parte, acumula cuestionamientos: la deuda pública escaló de US$44.6 mil millones en 2020 a US$54.8 mil millones en 2023, y consolidada con el Banco Central alcanzó casi US$75 mil millones. Esa carga creciente genera desconfianza, aderezada con acusaciones de clientelismo: entrega de bonos focalizados más como estrategia política que como política social.

Mientras tanto, sectores como el turismo y zonas francas pueden sonreír al recibir más pesos por cada dólar. Pero ese alivio es nicho: la mayoría, atrapada en un circuito de inflación, salarios estáticos o públicos, y precios dolarizados, se pregunta: ¿hasta cuándo?

La estabilidad no se basa solo en cifras macroeconómicas; tiene nombre y rostro: el de estudiantes que no pueden pagar materiales escolares, transportistas que ajustan tarifas y familias que sacrifican comida o medicinas. La devaluación profunda y rápida golpea precisamente donde menos protección hay.

En ese contexto, la respuesta oficial del Banco Central se queda corta al proyectar una cotización de cierre en RD$62,3 y un crecimiento del PIB de hasta 5 % impulsado por el turismo. Porque el PIB crezca y la ciudadanía se empobrezca son dos realidades paralelas que conviven sin tocarse.

La narrativa dominante necesita un contrapunto: el dólar no sube por capricho o por un fenómeno natural; sube porque hay deficiencias estructurales y políticas públicas que no protegen al ciudadano común. Deuda que se dispara, gasto público opaco, bonos clientelistas y una sociedad harta que empieza a alzar la voz.

El alza del dólar es tanto un síntoma como un amplificador de desigualdades persistentes. No basta con monitorear indicadores financieros: hay que atender a esa urgencia social, legitimar el reclamo ciudadano, cuestionar las prioridades del Estado y exigir que la moneda nacional deje de ser un símbolo de precariedad.

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