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El poder de la estrategia para ganar el corazón del votante

Por Ramón Peralta

Opinión. Martes, 18 de Febrero, 2025

Joseph Napolitan, el padre de la consultoría política y posiblemente el consultor político más exitoso de la historia electoral norteamericana, dijo en la 19ª Conferencia Anual de la Asociación Internacional de Asesores Políticos (1986) de Estados Unidos una frase impactante que pocos candidatos toman en cuenta: “La estrategia es el factor individual más importante en una campaña política. Una estrategia correcta puede sobrevivir a una campaña mediocre, pero incluso una campaña brillante puede fallar si la estrategia es errónea.”

Con esta frase, el consultor establecía que una estrategia sólida y bien pensada puede sostener una campaña que no sea excepcionalmente buena. Incluso si la ejecución de la campaña no es brillante, la dirección correcta de la estrategia puede llevar a buenos resultados a largo plazo. De igual modo, manifestaba que una campaña brillante no garantiza el éxito si la estrategia es incorrecta, lo cual indica que el éxito político depende más de la estrategia que de los esfuerzos individuales de una campaña, por más bien ejecutada que esta sea.

La estrategia es lo que da coherencia, dirección y posibilidad de éxito a la campaña electoral, ya que esta  es el  conjunto de planes, enfoques y tácticas diseñados para lograr el objetivo de ganar las elecciones. Abarca todo lo relacionado con cómo se abordarán los problemas y se comunicarán los mensajes, además traza la línea de como movilizar a  los votantes.

Una buena estrategia hace en un análisis profundo del panorama electoral, los votantes, el contrincante y los recursos disponibles.

Lo primero es identificar cómo deseamos que los votantes vean al candidato en comparación con las demás opciones. En una campaña presidencial o para una alcaldía grande, esto se logra construyendo la imagen a través de un discurso que exprese un mensaje sencillo, coherente y acorde con las preocupaciones del votante.

Elegir los medios adecuados es de suma importancia. Dependiendo del electorado objetivo y el momento, se decidirá entre usar televisión, redes sociales, radio, caminata, publicidad impresa, etc.

Un ejemplo claro de que la estrategia es lo más importante en una campaña electoral es el siguiente: después de la firma del pacto por la democracia que impedía a Balaguer ser candidato para las elecciones de 1996, el PLD escogió como candidato presidencial al más joven de sus activos políticos para presentar una opción novedosa frente a un líder como Peña Gómez. En esa campaña, Leonel se presentó como el «pollito» que iba a enfrentar al PRD y utilizó en varias ocasiones de manera estratégica la palabra «pollito», para que los balagueristas lo percibieran, en su subconsciente, como un heredero de Balaguer. En lugar de seguir peleando con el PRD por el voto flotante de izquierda, la estrategia del PLD se enfocó en buscar el apoyo del mercado conservador que, traicioneramente, apoyaba a Balaguer. Incluso, Leonel asumió un discurso patriótico, mientras que Peña Gómez cometió el error de seguir atacando a Balaguer y su anillo, olvidándose de que  el líder reformista ya no era candidato presidencial.

En el año 2000, la campaña presidencial del PLD fue brillante, con un candidato que no cometió un solo error. Sin embargo, la estrategia de ese partido fue equivocada, ya que se creyeron que los votos con los que ganaron en 1996 eran propios de esa organización política. En la primaria interna de 1999, escogieron como candidato a la persona con menos aceptación entre la población. En cambio, la estrategia del equipo de Hipólito fue tan brillante que ni siquiera los errores del candidato pudieron tumbar esa candidatura. Hipólito, antes de ser candidato, ya visitaba a Balaguer, y en las elecciones internas del PRD reivindicó su condición de heredero de Peña Gómez, lo que lo posicionó por encima de los demás aspirantes del PRD. Como el candidato del PLD era un desconocido, Hipólito nunca atacó a Danilo para no darle visibilidad, en cambio  se ocupó de atacar al presidente Leonel Fernández y alejar a los reformistas del candidato de los comesolos del PLD. Al final, Hipólito logró ganarle al partido de gobierno con los votos del fenecido Peña Gómez,  de aquellos votantes rurales que le compraron el discurso de eficiencia en la agricultura y de algunos reformistas de Peynado.

En 2004, una crisis bancaria en el tercer año del gobierno de Hipólito Mejía trajo de regreso a Leonel Fernández. Su equipo diseñó una estrategia que comparaba la estabilidad del gobierno de Leonel con la mala situación económica del gobierno de Hipólito,  con esa estrategia y el slogan e pa’ fuera que van, el PLD regresó al poder y Leonel volvió a la presidencia sin la pluma del pollito, pero con la melena del León.

Estos ejemplos muestran que las estrategias de campaña electoral se diseñan para conocer las debilidades de los rivales, incluyendo no solo estudiar sus mensajes, sino también anticipar y contrarrestar posibles ataques o temas polémicos que puedan surgir en su contra.

Una estrategia bien lograda identifica quién es el verdadero rival y ayuda a dividir al oponente. Una estrategia errónea unifica y fortalece a la tropa enemiga. Además, la estrategia de una campaña electoral no se puede aplicar en otras elecciones, porque cada coyuntura electoral es diferente. Esto ocurrió en las elecciones de 2012, donde seis meses antes del proceso Hipólito Mejía aventajaba a Danilo en la intención de voto, pero cometió el error de usar el mismo discurso contra Leonel que había usado en 2000, lo que provocó una reconciliación entre Leonel y Danilo. Esto sirvió al PLD para unificarse y usar todos los recursos del Estado para revertir la intención de votos a favor de Medina.

El poder de una buena estrategia lo podemos notar en la campaña del 2008 en Estados Unidos, cuando un candidato llamado Barack Obama fue el primero en sacar provecho de las redes sociales e internet con un mensaje contundente que levantaba la autoestima de los jóvenes y las minorías.

En las elecciones de 2016 en Estados Unidos, la campaña de Hillary Clinton fue muy sólida en términos de publicidad, presencia en los medios y movilización de votantes. Se utilizaron muchos recursos para generar visibilidad y apoyo, con anuncios bien producidos y una fuerte presencia en las redes sociales. Sin embargo, la estrategia de esa campaña no estaba preparada para enfrentar crisis, y el principal error estratégico de Clinton fue subestimar al votante rural y de clase trabajadora, especialmente en estados pendulares como Wisconsin, Michigan y Pennsylvania, que fueron decisivos para la victoria de Donald Trump. Clinton centró demasiado su campaña en los votantes urbanos y en aquellos que ya apoyaban al Partido Demócrata, sin conectar suficientemente con los votantes más escépticos o dispuestos a cambiar de partido. Además, no reaccionó de manera efectiva a la narrativa de «corrupción» que se le impuso, mientras tanto Trump apostó por una estrategia de anti-establishment y nacionalismo. Su campaña se enfocó en temas de inmigración y empleo, posicionándose como un candidato que hablaba sin filtros como el americano común y representaba  loo opuesto a la política tradicional.

A pesar de tener una campaña bien organizada, la estrategia de segmentación errónea del electorado y el invertir demasiado dinero en estados definidos, además de subestimar la presencia de Trump en el muro azul y la Florida, cuya ventaja no sobrepasaba el margen de error, llevaron a Clinton a perder una elección que parecía a su alcance. Además de los errores mencionados, Hillary no tenía una estrategia definida para el control de crisis, ya que no supo enfrentar los ataques sobre su credibilidad y supuesta corrupción con el caso del correo personal que usó para tratar temas de Estado. Además, minimizó el impacto de las noticias falsas y la manipulación en redes sociales. Lo más grave es que, a pesar de tener más recursos y más medios de comunicación a su alcance, su mensaje no era claro ni consistente.

Estos ejemplos muestran que algunas campañas que perdieron fueron bien ejecutadas en términos de organización, recursos y comunicación, pero las estrategias fundamentales no estuvieron alineadas con las realidades del electorado o los cambios en el clima político.

Puedo dar decenas de ejemplos más del poder de la estrategia en campañas como las de 2020 y 2024, e incluso en campañas para alcaldes y diputados de la República Dominicana. Sin embargo, esos son temas que trataré en mi próximo libro, donde combinaré la historia de ciudadanos comunes con las estrategias de campaña electoral de los candidatos. Espero que en ese libro descubran cómo una buena estrategia siempre tocará el corazón y la mente del votante.

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