 
								Opinión. Viernes, 31 de Octubre, 2025
La rabia y la impotencia se entrelazan en mis sentimientos al contemplar la falta de sensibilidad, solidaridad y compañerismo dentro del Partido Revolucionario Moderno (PRM), una organización que nació inspirada en los principios de José Francisco Peña Gómez y en los ideales del socialismo democrático.
Abel Elías Matos fue uno de los dirigentes más comprometidos que tuvo Santo Domingo Este. Su liderazgo no se construyó desde la arrogancia ni la improvisación, sino desde el trabajo constante, el contacto directo con la gente y una inquebrantable vocación por servir a su comunidad.
No sólo se preocupó por las precariedades de su querido sector de Los Mina Viejo —donde nació, creció y forjó su carácter—, sino que recorrió incansablemente todo el municipio para promover, a través de resoluciones y ordenanzas, soluciones reales a los problemas que afectaban a los munícipes.
Abel fue un municipalista a tiempo completo. Cada propuesta que sometía ante el Concejo Edilicio tenía una sola intención: mejorar la calidad de vida en Santo Domingo Este. Nunca actuó por intereses personales ni por conveniencias políticas. Su accionar era guiado por una profunda convicción de servicio público.
Sin embargo, las circunstancias personales, políticas y humanas que lo acompañaron en sus últimos días le impidieron continuar su labor. Fue una pérdida que todavía muchos no asimilamos. Quienes lo conocimos sabemos que fue un hombre brillante, honesto, leal y profundamente humano. Su final no debió ser el que tuvo.
A un año de su partida, sus compañeros de partido —a nivel local y nacional— guardaron un silencio que duele. Ni el PRM, ni el Concejo Edilicio, ni el propio cabildo de Santo Domingo Este dedicaron un gesto, un homenaje o siquiera una palabra pública para recordar a quien tanto aportó desde su curul.
Abel Matos fue un político con méritos y resultados. Un regidor productivo, cercano al pueblo y fiel a los principios que decía defender su organización política. Hoy, al ver cómo el tiempo y la indiferencia parecen borrar su memoria, me pregunto con tristeza y decepción:
¿En sólo un año olvidaron a Abel?