Opinión. Lunes, 03 de Noviembre, 2025
Durante los últimos años, República Dominicana ha enfrentado fenómenos naturales y emergencias que han puesto a prueba la capacidad de respuesta tanto del Estado como del sector privado. Huracanes, inundaciones repentinas, incendios en edificaciones, colapsos estructurales y accidentes industriales han dejado en evidencia una verdad incómoda: muchas empresas no están preparadas para enfrentar una emergencia real.
A pesar de las normas del país como el Reglamento 522-06 sobre Seguridad y Salud en el Trabajo y la Norma R-032 sobre Seguridad y Protección contra Incendios, la mayoría de las organizaciones sigue careciendo de planes de emergencia actualizados, simulacros efectivos y una cultura preventiva sólida. Los reportes del COE durante tormentas recientes, como Melissa, mostraron un patrón preocupante: mientras el Gobierno emitía boletines con alertas claras, decenas de empresas no sabían cómo actuar. La respuesta se redujo a esperar una rueda de prensa presidencial para decidir si suspendían labores, evidenciando la falta de autonomía técnica para la toma de decisiones en momentos críticos.
La gestión de riesgos en el ámbito empresarial no puede seguir viéndose como una formalidad documental. Los planes de contingencia, los comités de emergencia y los sistemas de comunicación interna son herramientas vivas que deben probarse, actualizarse y adaptarse a las realidades operativas de cada organización. No basta con tener un documento archivado: una emergencia real exige coordinación, liderazgo y conocimiento de los roles de cada integrante del equipo.
Otro de los grandes desafíos es la limitada cultura de simulacros. En muchos casos, las evacuaciones se hacen “para cumplir”, sin una supervisión técnica o sin analizar las lecciones aprendidas. Esta falta de práctica realista puede marcar la diferencia entre una respuesta efectiva y el caos. El entrenamiento continuo de brigadas, la revisión de rutas de evacuación, la identificación de zonas seguras y el mantenimiento de los sistemas de alarma son elementos esenciales para fortalecer la resiliencia organizacional.
Asimismo, la comunicación es un punto débil recurrente. En crisis recientes se ha observado que las empresas carecen de protocolos claros para informar a su personal, coordinar con las autoridades o comunicar al público. En el contexto actual, donde la información circula en segundos, una comunicación errónea o tardía puede agravar el impacto del evento. Por ello, contar con un plan de comunicación de crisis, alineado con el Sistema de Comando de Incidentes (SCI), resulta indispensable para garantizar mensajes coherentes, responsables y verificados.
Pero no todo son carencias. Cada vez más empresas, especialmente del sector financiero, turístico e industrial, han empezado a incorporar buenas prácticas de gestión de emergencias y continuidad operativa. Implementan análisis de riesgo, evalúan vulnerabilidades de sus infraestructuras, capacitan a sus colaboradores y se alinean con estándares internacionales como la ISO 45001 y la ISO 22301. Estas acciones no solo fortalecen la capacidad de respuesta, sino que también protegen la reputación, reducen pérdidas y garantizan la sostenibilidad del negocio.
El camino hacia una verdadera preparación pasa por asumir que las emergencias no son una posibilidad lejana, sino una certeza probable en un país expuesto a múltiples amenazas. El liderazgo organizacional debe comprender que invertir en prevención, capacitación y sistemas de alerta temprana no es un gasto, sino una estrategia inteligente que salva vidas y asegura la continuidad.
La gestión de riesgos no se trata de reaccionar cuando el desastre ocurre, sino de anticiparse a él. República Dominicana necesita empresas con visión preventiva, con líderes que comprendan que la resiliencia no se improvisa, y con colaboradores formados para actuar con calma y eficacia cuando la alarma suene.
Porque la verdadera pregunta no es si estamos preparados para una emergencia real, sino cuánto más esperaremos para estarlo.