Opinión. Viernes, 14 de Febrero, 2025
Según las estadísticas del Banco Mundial, el Producto Interno Bruto (PIB) de la República Dominicana en 1996 ascendía a 18 mil millones de dólares. En ese año, la economía del país crecía a un ritmo del 8%, un fenómeno que algunos han denominado el «milagro dominicano». Para el 2000, esta cifra ascendió a 24 mil millones de dólares, lo que representa una expansión de más de 6 mil millones de dólares. Este crecimiento económico se atribuye principalmente al cambio de un modelo agroexportador hacia una economía basada en los servicios. La expansión económica permitió la modernización de las instituciones públicas y la construcción de importantes obras de infraestructura, como túneles, elevados, circunvalaciones y bulevares.
Sin embargo, el bienestar social alcanzado entre 1996 y 2000, producto del crecimiento económico y los avances en términos sociales y políticos, sufrió una interrupción significativa. En las elecciones del año 2000 triunfó un partido cuyo manejo inadecuado de la economía puso en peligro el sistema financiero nacional. El PIB se contrajo, disminuyendo de 24 mil millones de dólares a 18 mil millones. Esta crisis, resultado de la incompetencia e ineficiencia de las autoridades, ocasionó un aumento desproporcionado en los precios de la canasta básica, escasez de alimentos y un incremento en los precios de los combustibles. La desesperación del pueblo dominicano se tradujo en un aumento de las huelgas, reflejo de un país abrumado y sin esperanza.
En 2004 se celebraron nuevas elecciones, resultando victorioso el Dr. Leonel Fernández. Su retorno al poder marcó un punto de inflexión para el país. Tras asumir la presidencia, para quienes estudian la historia le parecería «cosa de magia» el hecho de que todos los indicadores económicos comenzaron a estabilizarse, a pesar de que luego se produjo la crisis financiera global que provocó estragos en la economía mundial. Durante este período, la pobreza extrema se redujo del 20.8% al 12.08%, mientras que la pobreza general disminuyó del 50% al 38.3%. El PIB experimentó un crecimiento histórico, pasando de 18 mil millones de dólares en 2004 a 60 mil millones de dólares en 2012, un incremento de más del 233%, sin precedentes en la historia republicana.
Hoy, la República Dominicana enfrenta desafíos similares a los de 2004: congestión vehicular, inseguridad, aumento de la tarifa eléctrica y precariedad económica. Según una encuesta de GALLUP, el 58% de los dominicanos ha reportado que en algún momento le ha faltado dinero para comprar alimentos, mientras que el 49% se ha visto obligado a tomar préstamos para comer. Paralelamente, el gobierno continúa adquiriendo préstamos de forma desproporcionada, sin que esto se traduzca en una mejora tangible en la calidad de vida de los ciudadanos.
Finalmente, se torna imprescindible el resurgimiento de un liderazgo de la talla del Dr. Leonel Fernández, cuya visión y capacidad transformadora permitan al pueblo dominicano reencontrarse con la senda de la prosperidad. En un país donde las hojas del progreso parecen marchitas, su retorno no solo simbolizaría la estabilidad económica, sino también la posibilidad de hacer florecer nuevamente la primavera en el corazón de la República Dominicana.
En estos tiempos de incertidumbre, el regreso de un estadista de su calibre se vislumbra como la esperanza de un nuevo amanecer, donde las cifras vuelvan a reflejar crecimiento, los hogares se reconcilien con la abundancia, y la dignidad del pueblo recupere el brillo perdido. Porque, al igual que la primavera sigue al invierno, es en la experiencia y la firmeza del liderazgo donde reside la promesa de un renacer nacional.