Opinión. Jueves, 27 de Marzo, 2025
Vivimos en la era del exceso, pero no del conocimiento. La «hipnocracia» —el gobierno no por la ley, ni por la ética, ni por la razón, sino por la seducción digital y la manipulación masiva— se ha convertido en el nuevo régimen global no declarado. No necesita cárceles, ni golpes de Estado: solo necesita que aceptemos, sin darnos cuenta, vivir distraídos. Mientras creemos que decidimos, alguien ya eligió por nosotros.
Hoy, los algoritmos no solo nos muestran qué consumir, sino también cómo pensar, sentir y actuar. Bajo la apariencia de libertad, se impone una nueva forma de dominación: la hipnosis digital. Nos mantenemos pegados a pantallas que nos «informan», mientras silenciosamente diseñan nuestros pensamientos, emociones y decisiones políticas. El problema no es la tecnología, sino su uso sin límites éticos ni democráticos.
En un reciente Encuentro Internacional sobre Inteligencia Artificial, celebrado en Europa, expertos de más de 30 países alertaron sobre el uso creciente de tecnologías de la información como herramientas de control y domesticación mental. Se advirtió que «sin límites claros, la IA se convierte en una aliada peligrosa del poder hegemónico para anular la capacidad crítica de las sociedades y consolidar un modelo de ciudadano obediente, pasivo y desinformado». En palabras de una de las ponentes, «no se necesita censurar lo que el ciudadano ya no puede cuestionar».
La amenaza es real, sobre todo en regiones como América Latina, donde la institucionalidad democrática es aún frágil. En países como la República Dominicana, la expansión sin regulación de la IA y los sistemas de información masiva puede convertirse en un arma sutil pero devastadora. Aquí, donde la educación crítica aún es privilegio de pocos, el riesgo es que la ciudadanía no solo sea desinformada, sino profundamente manipulada, creyendo que elige mientras es programada. La democracia dominicana podría estar siendo hackeada desde dentro, sin necesidad de balas ni tanques, sino con memes, fake news y videos virales cuidadosamente diseñados. Por lo tanto, tienes que hacerte estas preguntas:
¿Somos realmente libres si cada decisión que creemos propia fue cuidadosamente inducida por un algoritmo?
¿Cuánto más estamos dispuestos a ceder, sin saberlo, antes de que desaparezca nuestra capacidad de cuestionar?
El poder ya no está solo en los palacios, sino en los servidores de datos, en los códigos ocultos de las plataformas que usamos cada día. Mientras no exijamos transparencia algorítmica, soberanía digital y una alfabetización crítica real para todos, seguiremos caminando sonrientes hacia una esclavitud disfrazada de libertad.
La hipnocracia no necesita imponerse: solo necesita que sigamos distraídos.