Opinión. Jueves, 09 de Octubre, 2025
Mi nuevo libro, El voto de los que se fueron, es una defensa silenciosa pero firme de la confrontación de ideas, una ofrenda a ese sistema imperfecto y, por ello mismo, profundamente humano, llamado democracia. Esa imperfección, tan parecida a la nuestra, es lo que la convierte en el mejor camino que ha encontrado la humanidad para convivir y prosperar sin destruirse.
En esta colección de relatos invito al lector a recorrer conmigo un territorio donde la política se entrelaza con las emociones más íntimas. Cada historia , unas nacidas de la sutileza de la ficción, otras arrancadas de la experiencia vivida, refleja, a su modo, la búsqueda de un pueblo que no anhela únicamente cambiar de gobierno, sino reinventar su destino.
A lo largo de estas páginas intento demostrar que las estrategias políticas, lejos de ser solo cálculos fríos y discursos vacíos, también son gestos del alma: relatos que buscan tocar el corazón, despertar sueños, enfrentar miedos y alimentar esperanzas colectivas. No escribí este libro solo para enseñar cómo se gana una elección, sino para recordar la urgencia de escuchar el pulso del pueblo, de leer sus silencios, y de responder con palabras que no hieran, sino que curen y eleven.
Cada relato fue escrito con la tinta de la experiencia y el asombro. He sido testigo del poder de una frase oportuna, capaz de encender o apagar el fuego de una nación. Aprendí que las narrativas políticas no solo se construyen con datos, sino con emoción; que los lemas con alma pesan más que mil promesas huecas; que la verdad, cuando se viste de humanidad, convence más que cualquier estrategia.
Las elecciones como estas páginas no se ganan solo con emoción pura ni con la frialdad de los números. Se ganan cuando ambos mundos se abrazan, la razón que sostiene y la historia que conmueve, la inteligencia que guía y el relato que toca el alma sin traicionar la verdad.
En el fondo de este libro late algo más profundo: una convicción inquebrantable. Una defensa apasionada de la democracia, esa criatura contradictoria, frágil y maravillosa que sobrevive precisamente porque tolera el desacuerdo. Creo en esa democracia que se reinventa cada día con voces disonantes, con ideas enfrentadas, con la diversidad que impide que el pensamiento se oxide. Porque donde todos piensan igual, no hay libertad: solo obediencia.
Cuando miro al que piensa distinto, no siento rechazo. Siento curiosidad, una ternura infantil, como la de un niño que busca entender el mundo. Ese otro, el que disiente, el que grita, el que calla con decencia, no es mi enemigo, sino mi espejo, el que me obliga a dudar de mis certezas y a moderar mis convicciones en el fuego lento del respeto.
La democracia es ese milagro raro que nos permite habitar juntos la misma tierra sin renunciar a lo que somos. Ojalá estas páginas sirvan no como lamento, sino como advertencia de que no olvidemos lo que aún podemos llegar a ser si defendemos el derecho a disentir, si preservamos la decencia en medio de la tormenta, si nos atrevemos una vez más a soñar, a soñar que aquellos que se fueron siguen estando entre nosotros, tan cercanos como los dominicanos que desde tierra lejana recuerdan que son de un país inspirado en el nombre de Dios, Patria y Libertad
Espero que en el próximo mes este libro esté en manos de quienes aspiran a gobernar, legislar y también de quienes todavía creen en la democracia como un acto de fe. Porque El voto de los que se fueron, escrito a desvelo y con alma abierta, es un homenaje al desacuerdo, y tendrá el privilegio de contar en su prólogo con una figura que trasciende los nombres y los partidos. Una presencia tan inmensa, que no encuentro palabras suficientes para describirla.