Opinión. Viernes, 09 de Mayo, 2025
India y Pakistán vuelven al borde del abismo con un conflicto donde convergen armas chinas, cazas franceses, drones israelíes y una narrativa global dividida entre la desinformación, la propaganda y la amenaza nuclear.
En un mundo donde la tecnología define el teatro de la guerra y los medios moldean la percepción pública, el enfrentamiento más reciente entre India y Pakistán no solo resucita viejos fantasmas geopolíticos, sino que inaugura una nueva era de confrontación armada mediáticamente polarizada y tecnológicamente híbrida.
El conflicto estalló tras un ataque terrorista en una de las partes de la región de Cachemira controlada por India que dejó varias víctimas de turistas. La respuesta india fue inmediata y contundente: bombardeos selectivos contra objetivos en territorio paquistaní y en zonas bajo su administración en Cachemira. En reacción, Pakistán activó su fuerza aérea con cazas J-10C de fabricación china, derribando al menos cinco aviones indios, incluyendo tres Rafales franceses, un MiG-29 y un Su30MKI. Además, Islamabad afirma haber destruido varios drones de origen israelí operados por India.
Lo que podría parecer una escaramuza fronteriza más, rápidamente se convirtió en un tablero de ajedrez global donde cada pieza proviene de distintos rincones del mundo: misiles aire-aire chinos, aviones europeos, satélites occidentales y propaganda digital que fluye sin control por redes sociales y canales televisivos. Todo, enmarcado en la tensión latente entre dos potencias nucleares.
Los medios de comunicación han interpretado este enfrentamiento a través de filtros ideológicos claramente delineados:
La región de Cachemira, que históricamente ha sido foco de tensión entre ambos países, vuelve a ser el punto cero de una posible catástrofe regional. La presencia de armamento moderno —drones israelíes Hermes y Heron, aviones Rafale franceses, cazas rusos Su30, misiles PL-15 chinos— convierte esta frontera montañosa en una zona de ensayo para una guerra de cuarta generación: precisión quirúrgica, inteligencia artificial, operaciones psicológicas y manipulación de datos.
La ONU ha expresado «profunda preocupación», mientras países como China, Rusia, EE. UU. e Irán observan con atención, no solo por su cercanía geográfica o alianzas estratégicas, sino por el riesgo real de que una chispa termine incendiando el continente asiático.
No se puede ignorar que ambos países poseen arsenales nucleares operativos. Si bien hasta ahora las acciones se han limitado al terreno convencional, el recuerdo de Kargil en 1999 y el enfrentamiento aéreo de 2019 mantienen al mundo en vilo. Analistas del Soufan Center advierten que, en una era donde la verdad es moldeable y los algoritmos viralizan el odio, la guerra no comienza solo con tanques, sino con tuits, bots y vídeos manipulados.
La República Dominicana mantiene relaciones diplomáticas tanto con India como con Pakistán, aunque el nivel de interacción y cooperación con Nueva Delhi ha sido históricamente más dinámico. India estableció relaciones formales con República Dominicana en 1999 y abrió su embajada en Santo Domingo en 2006. Desde entonces, se han desarrollado acuerdos de cooperación en áreas como tecnología, educación, salud y comercio, destacándose los programas de becas indias para profesionales dominicanos, la asistencia técnica en materia digital, así como el intercambio cultural creciente.
En contraste, los vínculos con Pakistán son más discretos y limitados. Aunque existen relaciones diplomáticas bilaterales, no hay embajadas residentes ni tratados estratégicos relevantes en ejecución. El comercio entre ambas naciones es marginal y la cooperación técnica ha sido escasa. En términos de presencia diplomática y relaciones multilaterales, la República Dominicana ha enfocado sus esfuerzos más en fortalecer su vínculo con India, un país emergente clave del Sur Global y miembro influyente del G20, que comparte intereses en foros internacionales como la ONU y el Movimiento de Países No Alineados.
Mientras India calla sus pérdidas con labios apretados y Pakistán ondea los restos de aviones como trofeos ensangrentados, el verdadero frente de batalla ya no está en los cielos de Cachemira, sino en las mentes del mundo. Esta guerra no se libra solo con misiles y radares, sino con verdades fracturadas, narrativas opuestas y un enjambre de propaganda que intoxica la razón global. La geopolítica se ha convertido en teatro y la diplomacia, en un susurro ahogado bajo el estruendo de la desinformación.
Porque hoy, una sola chispa puede incendiar continentes. Una orden mal calculada puede arrastrar a dos potencias nucleares —y al mundo con ellas— hacia el abismo. Aquí, los errores no se borran con disculpas: se escriben con sangre. Lo que está en juego no es solo territorio… Es el delicado equilibrio de la paz mundial. Y en este tablero cargado de pólvora, no basta con observar: hay que actuar, antes de que el próximo misil no derribe un avión, sino un mañana entero.