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La guerra política por controlar el relato

Por: Pablo Mckinney

Opinión. Martes, 08 de Abril, 2025

Presionado por las circunstancias, ayer el Gobierno tomó una serie de medidas sobre el tema haitiano, que buscarían evitar que la oposición siga ganando terreno en un momento en el que el discurso de odio anti-haitiano arrasa en las encuestas.

¡Quién lo diría! Negros pobres odiando a pobres negros. Mulatos descafeinados texturizados en queratina creyendo su propia mentira, “aparentando lo que no son”, haciendo lo imposible por disimular su negritud, odiando lo negro que es una forma torpe de odiarse a sí mismo.

Existe una lucha descarnada entre nuestra partidocracia por ver cuál líder o partido exhibe un discurso más anti haitiano, racista y xenófobo. Discurso que, lamentablemente, ha calado en el electorado dominicano, según todas las encuestas.

Ante tal escenario agravado, el gobierno no podía seguir dejando la cancha libre a unos PLD en verde o en morado, que durante 16 años evitaron enfrentar “el problema” por las mismas razones que hoy evita enfrentarlo el PRM. Las 15 medidas que debieron ser aplicadas en 2004 con Leonel o 2012 con Danilo se intentarán aplicar ahora. Quien controle el relato controlará a un electorado dominicano que, como los alemanes con los judíos en 1933, ve en los haitianos la razón de todos sus males.

Si el gobierno pierde el dominio del relato, el liderazgo anti-haitiano lo asumiría la oposición formal, y sobre todo la informal representada no en una “Orden vieja” sino en un edificio nuevo y rojo, que de seguir empleando su talento creativo para explotar los más bajos instintos de los seres humanos desde la morbosidad y los excesos todos, podría ser la nueva sede del gobierno en 2028, y su propietario el jefe del Gobierno, y no es un exceso, mas impensable era en 2013 imaginar el triunfo de Donald Trump en 2016; más imposible aún en 2024… y ahí está el míster y la oligarquía tecnológica desmontado el imperio global y asesinando su admirada institucionalidad.

En el discurso de ayer no se habla de regularizar a los inmigrantes que la economía dominicana necesita (de ellos depende), ni de aplicar las leyes a los constructores y productores agropecuarios que los empleen. Y es que, pensándolo bien, ¿qué empleador va a endeudarse para modernizarse, si tiene a mano un ejército esclavo de brazos negros sin derechos?

El gobierno estaba obligado a reaccionar. En el país, triunfal y aplaudido, el relato racista está de moda.

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