Opinión. Viernes, 02 de Febrero de 2024
La madre lloraba desconsoladamente la muerte de su sobrino Yoel, que se había quitado la vida luego de su derrota como candidato a un puesto en el Congreso y en medio del llanto de sus seguidores, ella recordó aquel fatídico día en que el líder montó en su vehículo al causante de tanta tristeza y su mente viajó 94 días atrás y como golpes en el corazón revivió aquellos momentos en que se dio cuenta que el futuro del país se había perdido por el egoísmo de los políticos.
El principio inició aquella noche en que la madre asistió muy entusiasmada a la reunión de su partido, recordando aquellos maravillosos gobiernos del líder. Ese día ella se despertó eufórica y feliz, porque se había soñado que el líder ganó las elecciones en la segunda vuelta en alianza con el viejo partido y que fue determinante para ese triunfo en segunda vuelta la integración del alcalde del municipio más grande del país, un alcalde del viejo partido que ganó en febrero.
Faltaba una semana para las elecciones de febrero y ella entró al local municipal de su partido feliz, pensando en el candidato a alcalde de los futuros aliados.
La sonrisa se le esfumó de su rostro cuando vio sentado en la mesa principal al candidato a alcalde que nadie quería y la voz de la presidenta municipal diciendo “todos los que estamos aquí debemos votar del mismo color en la boleta y votar por nuestro candidato a alcalde, si en un municipio el candidato a alcalde es el loco Chochueca, por ese debemos votar”.
Mientras la jefa del partido hablaba, los dirigentes de bases se sentían derrotados, con el ánimo en el suelo. El señor Morrillo, dirigente de comité de base, le susurró a la madre que su esposa ya no quiere votar por el líder, porque lo vio en una caravana con ese candidato que nadie deseaba.
El maestro de ceremonia de esa reunión en cada oportunidad lanzaba amenazas veladas, diciéndole a los presentes de que le estaban dando seguimiento y que podían expulsar a quienes votaran en contra de su candidato a alcalde.
Al terminar la asamblea, mientras regresaba con otros compañeros de partido al barrio, la señora Katia dijo en tono mal humorado: –Yo aplaudí cuando decían que voten por ese hombre para disimular, pero ellos no pueden obligarnos a votar por alguien que nadie quiere, en mi familia nadie quiere votar por ese señor y yo a nadie le voy a poner una pistola en el pecho para que vote por alguien que ni siquiera yo soporto.
La madre entró afligida a su casa y abrazó llorando a sus hijas, dos adolescentes de 15 y 16 años.
El 18 de febrero, Ramón se levantó muy temprano y sabía que la madre como dirigente comunitaria podía llevar ese día muchos votantes al Centro de Votación y la visitó temprano con el objetivo de que ella pusiera su liderazgo comunitario al servicio del partido.
Ramón dijo: -doña llegó la hora, recuerde votar por nuestro amigo regidor del líder, el que le consiguió la canastilla a su sobrina embarazada.
La madre expresó: –lo siento señor, me gusta ese candidato a regidor solidario, servicial, que me brinda la esperanza y lamentablemente no votaré por él, ya que es de partido diferente al candidato a alcalde que me gusta y no es verdad que voy a sacrificar el voto de mi candidato a alcalde por el de un regidor.
Ramón respondió: -Madre, usted puede votar por el candidato a regidor de un partido y el candidato a alcalde de otro partido sin problema, la ley establece el voto preferencial para eso mismo, que todo el mundo tenga derecho a elegir libremente los candidatos de su preferencia. A usted le entregarán en su Centro de Votación dos boletas diferentes, la boleta preferencial de los candidatos a regidores y la boleta de los candidatos a alcalde.
En ese momento llegó el profesor, que es un seguidor del líder, y al enterarse de la conversación explicó: -Nadie tira al zafacón su voto por el que va a perder y mucho menos en esta ocasión que, aparte de que no tiene posibilidad, también es el peor candidato.
La madre y Ramón asintieron con un movimiento de cabeza y el profesor agregó: -cada voto emitido a favor del que va a perder es un voto menos para el candidato de la oposición con posibilidad de ganar y si gana el candidato de gobierno, que se olvide el líder de volver al poder, porque si el gobierno gana el municipio más grande del país.
La noche del 18 de febrero se inició el sufrimiento de la madre, el fariseo del gobierno le había ganado la Alcaldía por un voto al que todo amaban, los tres candidatos a regidores del equipo político más fuerte del líder en ese municipio habían perdido. Muchos dirigentes de base se dejaron intimidar por la dirección de su partido y trataron de cambiarle la simpatía a la gente con el candidato a alcalde.
El querer obligar a la gente a votar por quien ellos no quieren, provocó que la mayoría retirara el apoyo a los candidatos a regidores del líder. Pero los votos que lograron para su candidato a alcalde se lo restaron al candidato más popular de la oposición y eso permitió el triunfo del candidato de gobierno.
Luego de esa tragedia electoral de febrero, el pueblo culpó al líder por la victoria del gobierno en el municipio, los dirigentes de la oposición terminaron frustrados y con la moral en baja.
El tercer domingo de mayo, el partido del líder no sacó un solo diputado en esa circunscripción, el gobierno sacó tres diputados en esa demarcación política, la gente abandonó a los candidatos del líder y el viejo partido consiguió un diputado.
En la demarcación más grande del municipio, el partido del líder consiguió que el más joven fuera elector como único diputado, porque el pueblo vio que ese no fue parte de la conspiración egoísta.
La consecuencia de esa terrible derrota provocó que el candidato a diputado de los universitarios partiera al cielo voluntariamente.
En medio del dolor, la madre escuchó la voz del vecino Ramón que le tocaba la puerta, gritándole –despierte que llegó la hora. La madre abrió los ojos aliviada y sonrió, aunque no estaba segura si había despertado de una pesadilla o si tenía que ir al entierro de su sobrino Yoel.