Opinión. Jueves, 18 de Diciembre, 2025
Doscientas treinta y seis vidas perdidas. Ciento ochenta y siete niños que hoy quedaron huérfanos. Más de ciento ochenta personas heridas. Las cifras estremecen, pero no alcanzan a describir el dolor que se vive en cientos de hogares dominicanos tras la tragedia de la discoteca Jet Set. Detrás de cada número hay una historia interrumpida, un abrazo que no volverá y, sobre todo, una silla vacía que marcará para siempre la mesa familiar en esta primera Navidad sin quienes ya no están.
Mientras el país se viste de luces, música y colores para celebrar la Navidad y el Año Nuevo, en muchos hogares el silencio se ha convertido en el invitado principal. Hay niños que preguntan por uno o ambos padres, sin comprender del todo la magnitud de la ausencia, y adultos que intentan sonreír para no derrumbarse frente a ellos. No es una fecha de brindis ni de festejos; es una época en la que el dolor se disfraza de fortaleza para poder seguir adelante.
Viudas, viudos, madres, padres, hermanos y amigos viven una Navidad distinta, una Navidad de sobrevivientes. Para estas familias, celebrar no será una opción, porque la tristeza pesa más que cualquier adorno o villancico. Hoy más que nunca, necesitan el acompañamiento solidario de toda una sociedad que no olvide, que abrace, que escuche y que entienda que, para muchos, esta Navidad no tendrá fiesta, pero sí memoria, respeto y humanidad.