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La visa que mató el amor de Ramona

Por Ramón Peralta

Opinión. Lunes, 01 de Diciembre, 2025

José Fernández nunca imaginó que un correo electrónico pudiera alterar tanto su rutina diaria en el Ayuntamiento. Era un empleado público meticuloso, serio, orgulloso de su trabajo, pero aquel mensaje lo transportó más allá de sus oficinas y expedientes: España lo invitaba a participar en una conferencia de cuatro días sobre comunicación política. La idea de caminar por las calles de Madrid y escuchar a expertos de toda Europa le llenaba de emoción, aunque inmediatamente surgió un nudo de preocupación: necesitaba un visado Schengen.

En la cafetería donde solía desayunar , se encontró con su amiga Ramona G. Ella, además de viajera experimentada, compartía con José la pasión por la política. Pero había algo más que mantenía en secreto y es que ella lo amaba en silencio. La invitación a España despertó en ella un deseo que había guardado por años, un anhelo de acompañarlo, de estar a su lado en un país lejano, compartiendo un hotel y momentos robados, con la esperanza, aunque tenue, de consumar su amor.

Al contarle su invitación, José frunció el ceño: “No sé por dónde empezar… hay tantos requisitos, seguros, vuelos, hoteles…”. Ramona lo miró con serenidad y un destello de afecto secreto en sus ojos: “Tranquilo, José. No es magia, es organización. Te enseñaré paso a paso cómo hacerlo”.

Ramona comenzó explicando los requisitos del visado de corta duración como completar el formulario Schengen, presentar un pasaporte válido con al menos tres meses de vigencia después del viaje y dos hojas libres, dos fotos tipo pasaporte, la reserva de vuelo ida y vuelta, y la acreditación de alojamiento, ya sea hotel o carta de invitación de un residente en España. José anotaba cada detalle como si Ramona fuera una brújula que señalara el camino en un bosque de papeles y sellos.

El siguiente paso fue calcular los medios económicos necesarios. Ramona le enseñó que, aunque oficialmente se requerían 90 euros diarios por persona, lo recomendable era demostrar fondos de al menos 200 euros por día, especialmente porque un hotel decente podía costar más de 90 euros por noche. José revisó su cuenta bancaria y los movimientos de los últimos seis meses. Ramona le mostró cómo organizar la documentación de manera clara, incluyendo cartas de banco, certificados de salario y evidencia de propiedad, como su casa en Santo Domingo.

Ramona, también le explico que necesitaba documentación que acredite tu arraigo laboral. Una carta del Ayuntamiento indicando tu cargo, antigüedad y salario ayudará a que el consulado vea que tienes motivos sólidos para regresar. Y sonriendo le recomendó que si quería reforzar su solicitud, añadiera títulos de propiedad, cuentas bancarias y cualquier otro documento que refleje estabilidad.

José tomó nota con fervor. Aprendió sobre el seguro médico obligatorio, que debía cubrir hospitalización de urgencia, repatriación y fallecimiento, con una cobertura mínima de 30,000 euros, y debía abarcar toda la duración de su estancia. Ramona le recordó la importancia de presentar originales y copias de cada documento, porque la falta de uno solo podía retrasar o invalidar la solicitud.

Mientras José organizaba sus documentos, Ramona sentía una mezcla de alegría y melancolía. Su propio deseo de viajar con él era intenso, pero sabía que cada solicitud de visado dependía de la discreción del consulado y que no podía garantizar su aprobación. Sin embargo, no podía resistir la tentación de intentarlo; el anhelo de estar cerca de José en un país lejano era demasiado fuerte para ignorarlo.

Durante los días previos a la cita, Ramona lo guió en la redacción de una carta explicativa, donde José narraba su propósito de viaje, detallaba el itinerario de cuatro días y reforzaba su arraigo familiar y laboral. La carta incluía también el cálculo de fondos disponibles y explicaciones sobre el seguro médico. Todo estaba pensado para que el consulado comprendiera con claridad que José cumplía con todos los requisitos y que su estancia sería temporal

El día de la cita en BLS International, José estaba nervioso. Ramona lo había preparado para todo: desde el pago de la tasa consular de 6,638 pesos hasta el cargo por servicio de BLS de 1,246 pesos, que cubre recepción de documentos, toma de huellas y entrega del pasaporte. José entregó sus documentos ordenados, mostrando con orgullo su reserva de hotel, estados bancarios, seguro médico y carta laboral. Ramona, emocionada por acompañarlo, no pudo evitar sentir un peso en el corazón: su propia solicitud aún estaba pendiente. Ramona, como tenía todo organizado, depositó dos días antes segura de que le darían nuevamente la visa; su única preocupación era que se la pudieran negar a José, por esa razón no le dijo nada a él. Si a él se la negaban, simplemente no viajaría y dejaría perder el dinero que en secreto había invertido.

Mientras esperaban, Ramona le recordó a José la importancia de la paciencia: el plazo mínimo de tramitación es de 15 días naturales, pero podría extenderse hasta 45 días si el consulado requiere revisar documentos adicionales. Recomendó entregar los papeles al menos dos meses y medio antes del viaje para prevenir retrasos. José escuchaba cada consejo como si fueran claves secretas de un mapa del tesoro, ignorando el corazón de Ramona que latía con cada palabra que le dedicaba.

Finalmente, llegó el día de la respuesta. José recibió la buena noticia: su visado había sido aprobado. La alegría lo llenó y abrazó a Ramona con gratitud, diciendo: “No lo habría logrado sin ti”. Ramona sonrió, pero en su interior, un silencio doloroso la acompañaba: su propia solicitud había sido denegada. En ese instante comprendió que el visado no es un derecho, sino un privilegio que cada país otorga a su discreción. Todo el esfuerzo, los documentos y el dinero invertido no garantizan la aprobación, y cada caso se evalúa individualmente.

A pesar de la tristeza, Ramona decidió acompañarlo hasta el aeropuerto. Ella permaneció en su casa, disfrutando de largas horas de sueño y de momentos frente a Netflix, con la melancolía de quien guarda un amor secreto que jamás podrá consumar. Durante su estancia en Madrid, José recorría la calle Esparteros desde la Plaza Mayor hasta la Puerta del Sol, internándose luego por la calle Preciados, admirando tiendas y restaurantes, hasta detenerse frente al majestuoso edificio Capitol, obra emblemática frente a la Plaza del Callao. También asistía a conferencias y compartía experiencias con colegas internacionales, mientras Ramona permanecía sumida en la tristeza de su habitación, pero mentalmente cerca de él, a veces esbozando sonrisas forzadas en cada videollamada que él le hacía, a veces perdida en la contemplación de la distancia que su corazón, dolorosamente, debía mantener.

Desde la ventana del hotel, observando la ciudad iluminada, José recordó las enseñanzas de Ramona: planificación, paciencia y precisión son la llave de un visado exitoso, pero también la humildad y la aceptación de que ciertas decisiones dependen de otros. Ramona, por su parte en un barrio de Santo Domingo Este, reflexionaba con serenidad: el visado Schengen es un privilegio, no un derecho, y aunque no obtuvo el suyo, la experiencia de acompañar a José en el proceso y ayudarlo en cada paso le dejó lecciones que perdurarán por siempre.

Al regresar, José relató su experiencia a colegas y amigos, pero Ramona pronto comprendió que aquel viaje le había cambiado de manera irrevocable. Con una sonrisa orgullosa y un brillo de emoción en los ojos, José le presentó a Chana, una joven española que había conocido en el segundo día de su estancia en Madrid, y le confesó que pronto se casaría con ella. Ramona sintió que el mundo se le desmoronaba; su corazón herido comprendió que, a pesar de sus años de amor silencioso y complicidad, el sueño que José había perseguido no era la política ni la conferencia, sino construir una vida junto a una mujer española, en el país de Miguel de Cervantes, lejos de todo lo que ella había esperado compartir con él. La tristeza la inundó como un mar profundo, y mientras lo observaba hablar con Chana, entendió que a veces los privilegios y las oportunidades no solo determinan viajes o visados, sino también los destinos del corazón y que esa vida mató la ilusión de consumar el amor de su vida.

 

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