Opinión. Lunes, 14 de Abril, 2025
El pueblo dominicano ha emitido ya su veredicto moral: los responsables del trágico accidente ocurrido en el centro de baile Jet Set deben rendir cuentas. No solo los propietarios del establecimiento, sino también aquellos funcionarios y entidades encargadas de supervisar y certificar la seguridad de las edificaciones.
La indignación no es casual; es el eco de un dolor acumulado, el mismo que vivimos tras la explosión en San Cristóbal, las muertes ocurridas en la estación de venta de combustibles en la calle 19 de Santo Domingo Este, y ahora con el derrumbe del techo en esta icónica discoteca de la capital.
Tragedia tras tragedia, lo que observamos es una cadena de omisiones, permisividades y negligencias que nos han costado vidas humanas. Ya no se trata de eventos aislados, sino de un patrón peligroso: edificaciones sin el debido mantenimiento, permisos otorgados sin rigor, fiscalizaciones ausentes o cómplices, y una cultura de impunidad que convierte cada error en un riesgo colectivo.
La muerte se ha hecho costumbre en escenarios donde debimos haber celebrado la vida. Y lo más doloroso es que, en todos estos casos, hubo señales, advertencias, voces que se alzaron y fueron ignoradas.
No podemos seguir permitiendo que la irresponsabilidad de unos pocos continúe cobrando vidas inocentes. ¿Cuántas familias más deben vestir de negro para que entendamos que en un Estado responsable la seguridad no puede ser negociable? ¿Cuántos techos deben caerse, cuántas explosiones más deben estremecer nuestros corazones para que se imponga, por fin, un régimen de consecuencias real?
El país clama por justicia. No basta con lamentar, no basta con promesas vacías. Necesitamos que los organismos reguladores actúen, que los responsables enfrenten procesos judiciales ejemplares y que se revisen, con urgencia, todas las condiciones estructurales de espacios públicos y privados que hoy podrían ser potenciales trampas mortales.
Es la voz del pueblo que dice ¡basta ya! Basta de irresponsabilidades disfrazadas de progreso. Basta de negocios abiertos sin condiciones. Basta de instituciones que miran para otro lado mientras se pone en juego la vida de cientos. Es tiempo de actuar. Y actuar con firmeza. Porque la vida dominicana no puede seguir pagándose tan caro.