Medio Ambiente y el fuego cruzado de sus iguales

Se puede calificar como hechos normales, aquello de los pleitos internos en todas las organizaciones políticas. La diferencia de intereses y criterios, propia de los seres humanos, tienden a provocar momentos extremadamente incómodos entre los que son o se denominan compañeros.

Se entiende que los partidos políticos tienen sus debidos controles, parte que, unida a lo que podría ser en algunos casos, la buena formación de sus cabezas principales, ayuda a que las mencionadas deformaciones, causen menos daños en los infaltables momentos de convulsión.

En lo que tengo de existencia racional, no conozco un caso, en el sentido que hablo, donde se pueda decir que haya salido ilesa una sola organización partidaria, de la ideología que sea. Debo decir, sin embargo, que una proporción significativa de los desacuerdos y pleitos, si valen los términos, se quedan medianamente guardados en sus casas, o salen un poco maquillado.

En los países con frágiles, incipientes, o como mejor convenga llamarle a sus democracias, hacen de estos comportamientos algo casi normal, siendo la excepción que no salgan con todo y su crudeza a la opinión pública. En algunos casos se ha llegado al extremo de zanjar las diferencias a sillazos, puñetazos, patadas, y hasta con los mortales disparos de armas de fuego.

Todo lo que acabo de decir, permanece entre el verde y el amarillo, lo que no significa que sea tan bueno, mientras se queda a lo interno de las organizaciones partidarias, o simplemente en el ámbito de la misma, aunque trascienda algo al dominio público. La cosa se pone al rojo vivo, cuando se dan los penosos enfrentamientos entre funcionarios del mismo gobierno, lo que viene a ser algo similar a dos o más caballos tirando de una carreta en direcciones opuestas.

Algunos diríamos, no siendo de la membresía de la parcela que se trate, que no tenemos vela en ese entierro; incluso, hasta podríamos ser presa de los insultos por meternos en los asuntos ajenos. Hasta ahí tendrían medianamente la razón, digo así porque cualquier entidad que maneje fondos públicos, y los partidos no son la excepción, nos asiste el derecho de pedirles cuenta.

Siguiendo en la parte antes mencionada, diríamos que la tapa se le coloca al pomo, al ver los destemplados debates de legisladores, y funcionarios del actual gobierno, uno denunciando situaciones poco santas, como es el caso de las negativas botellas, botellitas, y botellones, mientras otros, que están en el deber de pronunciarse en la misma dirección, se quieren comer vivo a quien ha osado no esconder lo que ha encontrado y considera una deshonra.

Hay que escribir, o decir a viva voz, a través de las vías disponibles, que adherirse o defender tales aberraciones, sin importar que quien lo denuncie, sea del mismo partido, de la sociedad civil, de la sociedad armada, secreta, o como mejor suene, no merece un mínimo de respeto de la ciudadanía. Eso está mal como quiera que lo pongan, no hay manera de justificarlo.

Los fondos públicos, deben respetarse; no son juguetes para que se los trate como eso mismo; y entonces, encima del supuesto oprobio, también hay que castigar el oído escuchando cualquier sarta de insultos, no guardando un ápice de respeto para el valiente que lo dice con responsabilidad, mucho menos para la generalidad que no lo merece.

Es bueno que los trapos sucios de los partidos políticos, se estrujen detrás de las puertas, pero cuando afectan a la colectividad, deben ser cantados a los cuatro vientos, con las notas más agudas que puede sacar el mejor de los tenores de su aparato fonador.