Opinión. Martes, 25 de Noviembre, 2025
A la falta de transparencia en los procesos de compras, la ausencia de gerencia y la oscuridad administrativa de un alcalde sonidista, que prioriza el dispendio de los fondos públicos para promover su figura en medio de la más grave carencia de planificación presupuestaria en la historia del municipio, se suma ahora la persecución contra un periodista que solo exige cuentas claras al inquilino del cabildo. Esto se convierte en un acto anticristiano, perverso, antidemocrático y fraudulento que daña la imagen del PRM.
El mismo que, mientras usa un traje de evangélico abstemio y, a través del funcionario que maneja el dinero público, ofrece romo y cerveza a la base del PRM con el dinero del pueblo, es el mismo que, con fondo público, persigue judicialmente a un periodista porque este descubrió que el jefe de la ciudad sufre de una enfermedad llamada mitomanía.
No tengo nada en contra del hombre que baila en la avenida con una Biblia en la mano, ni siquiera me molesta que sea un glotón que lo quiere todo, ni que su ambición sea peor que lo que reprochó Natán a David.
Lo más reprochable es que quiera ponerle una mordaza a los pocos que tratan de que la verdad salga a la luz en medio de esa oscuridad administrativa.
Si estas acciones solo ocurrieran en un evento privado entre el “anticristo” y el comunicador, no usaría mi tiempo en escribir este artículo; el problema es que hoy es contra ese periodista, mañana puede ser contra otro comunicador y, si le sale bien, seguiría la persecución hasta dejarnos a todos sin voz.
Podría alegrar a un opositor que esa persecución perjudique al PRM, pero yo, como ciudadano, sé que ese partido, en su mayoría, está compuesto por personas honestas, y no es justo que un solo hombre, embriagado por el poder, cometa abusos que afecten a un partido que es parte del sistema democrático y de la libertad de expresión.