Opinión. Lunes, 29 de Diciembre, 2025
El final de un año suele venir acompañado de balances, propósitos y promesas de cambio. Sin embargo, en materia de seguridad y salud, hay una verdad que se repite con demasiada frecuencia: las tragedias no ocurren por falta de conocimiento, sino por exceso de improvisación. Emergencias mal gestionadas, accidentes evitables y pérdidas humanas que dejan al descubierto una constante cultural que debemos cuestionar con honestidad.
En República Dominicana, cada año inicia con las mismas advertencias y termina con las mismas conclusiones. Incendios donde no había planes claros, evacuaciones desordenadas, colaboradores que no sabían cómo reaccionar, infraestructuras sin mantenimiento y organizaciones que solo reaccionan después del evento. Improvisar puede parecer una salida rápida, pero en seguridad siempre es la opción más costosa.
Las estadísticas del Instituto Dominicano de Prevención y Protección de Riesgos Laborales siguen recordándonos que los accidentes laborales no son hechos aislados. Detrás de cada número hay una ausencia de planificación, una evaluación de riesgos incompleta o un liderazgo que no asumió la prevención como prioridad estratégica. A esto se suman las emergencias colectivas, donde el Centro de Operaciones de Emergencias despliega recursos para responder a situaciones que, en muchos casos, pudieron mitigarse con acciones previas simples y sostenidas.
El inicio de un nuevo año no debería ser solo un cambio de fecha, sino una oportunidad real para romper el ciclo de la improvisación. La prevención no se construye en medio de la crisis, se diseña con anticipación, se ensaya y se mejora continuamente. Las empresas que han entendido esto no esperan a que ocurra un accidente para actuar; trabajan desde la planificación, el entrenamiento y la cultura.
Uno de los mayores errores es creer que la seguridad se limita a cumplir con un requisito legal o a tener documentos archivados. Un plan que no se comunica, una brigada que no se entrena o un procedimiento que nadie practica es, en la práctica, una forma elegante de improvisar. La verdadera preparación se nota cuando las personas saben qué hacer sin pensarlo dos veces.
Algunas pinceladas clave para iniciar el año sin improvisar
El primer paso debería ser detenerse a revisar con honestidad. Evaluar qué funcionó y qué no durante el año que terminó, revisar incidentes, casi accidentes y situaciones de riesgo que se normalizaron. Sin autocrítica, no hay mejora.
Actualizar la evaluación de riesgos es otra acción básica. Los procesos cambian, las personas cambian y los riesgos también. Iniciar el año con una matriz desactualizada es comenzar con información falsa.
Revisar y socializar los planes de emergencia y evacuación debe ser una prioridad en las primeras semanas. No basta con que existan; deben ser conocidos, entendidos y practicados. Un simulacro a tiempo vale más que cien reuniones después del evento.
Fortalecer las brigadas de emergencia es clave. Designar responsables, entrenarlos y dotarlos de herramientas básicas no es un lujo, es una necesidad. Una brigada improvisada es una falsa sensación de seguridad.
La capacitación preventiva también debe planificarse desde el inicio del año. No como reacción a una auditoría o a un accidente, sino como parte del plan estratégico de la organización. Formar personas salva tiempo, dinero y vidas.
Finalmente, el liderazgo debe asumir un rol visible. Cuando la alta dirección habla de seguridad solo después de una tragedia, el mensaje es claro. Cuando la integra desde enero en su agenda, en sus decisiones y en su ejemplo, la cultura cambia.
Que el próximo año no nos encuentre improvisando no es solo un deseo, es una responsabilidad compartida. La seguridad no se construye con discursos de cierre ni con promesas de inicio, se construye con acciones tempranas, coherentes y sostenidas. Porque cuando llega la emergencia, ya es demasiado tarde para planificar, porque la vida no debería depender de la suerte, sino de la prevención.
Si esperamos a que ocurra el accidente para organizarnos, ya llegamos tarde. Que el próximo año nos encuentre preparados, no improvisando.