Opinión. Martes, 02 de Diciembre, 2025
En una crítica afilada y sin contemplaciones, Ramón Cabrera, miembro del Comité Central del PLD y exdiputado, sacude a la alta dirigencia de su partido por salir, con una rapidez que él describe como “pasmosa”, a defender a la Fuerza del Pueblo (FP) tras la intimación de la Junta Central Electoral. Cabrera cuestiona no solo la prisa, sino la lógica política detrás de lo que interpreta como un acto de “tirarle la toalla” a una organización que, según recalca, ni ha mostrado reciprocidad ni ha asumido compromisos con el PLD en los momentos cruciales.
El dirigente recuerda que en las elecciones de 2020 la FP optó por respaldar a Luis Abinader y al PRM, contribuyendo directamente a la salida del PLD del poder. Por eso considera ilusorio pensar que en 2028 esa historia cambiará. A su juicio, no existe señal histórica, política ni estratégica que justifique la confianza que algunos dirigentes morados parecen depositar en la organización liderada por Leonel Fernández.
La molestia de Cabrera se intensifica al señalar que el PLD salió a defender a la FP incluso antes de que esta pudiera responder por sí misma a la intimación emitida por la JCE tras la marcha del domingo anterior. Con su característico filo, insinúa que el partido sacrificó su postura institucional para acudir en auxilio de un aliado que ni había explicado su actuación ni enfrentado las consecuencias legales correspondientes.
Fiel a un estilo comparativo que remueve sensibilidades, Cabrera contrasta la actitud de la dirigencia peledeísta con referencias éticas y estratégicas. Mientras el PLD parece actuar a la luz de la enseñanza bíblica de “presentar la otra mejilla”, él afirma preferir la crudeza táctica de Sun Tzu de que “el enemigo no merece aplausos ni honores; solo atención suficiente para vencerlo” y la sentencia clásica de Euclides Gutiérrez Félix: “La pelea es peleando”. El mensaje indica que la política no premia la ingenuidad.
Estas comparaciones funcionan como dardos elegantes pero contundentes, un reclamo abierto a lo que Cabrera considera una actitud excesivamente complaciente hacia la FP. Advierte que el PLD corre el riesgo de repetir viejos errores y actuar sin medir sus intereses ni las consecuencias futuras.
En el fondo, su crítica no apunta solo a un gesto puntual, sino a un dilema más profundo: ¿está el PLD actuando por convicción, por debilidad, por cálculo errado o simplemente por leer mal el panorama político? Cabrera llama a un liderazgo más firme, realista y consciente de que las alianzas en política se construyen con señales claras, no con gestos unilaterales de buena fe.
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