Opinión. Martes, 04 de Marzo, 2025
En la era digital, las redes sociales han transformado la manera en que compartimos nuestra vida. Fotos, videos y estados se publican con un solo clic, permitiendo que cualquier persona acceda a ellos, según la configuración de privacidad elegida. Sin embargo, muchas veces se malinterpreta el concepto de «privacidad» en estos espacios, generando conflictos innecesarios cuando el contenido es visto o comentado por otros.
Si alguien sube una foto a Facebook en modo público, automáticamente está aceptando que cualquier persona pueda verla, compartirla o comentarla. Esto no significa que quienes la observen tengan malas intenciones, sino que simplemente están interactuando con un contenido que fue puesto a disposición de todos. Pretender que una imagen pública solo será vista por ciertas personas es desconocer cómo funcionan las redes sociales.
En este sentido, resulta contradictorio molestarse porque alguien ha visto o comentado una publicación propia cuando, desde el momento en que fue subida sin restricciones, dejó de ser completamente privada. Las plataformas digitales permiten ajustar quién puede acceder a cada contenido, por lo que la responsabilidad de mantener la privacidad recae en el usuario.
Si no se desea que ciertas imágenes sean vistas por el público en general, la solución no es reclamar a quienes las ven, sino revisar y modificar la configuración de privacidad. En lugar de generar conflictos innecesarios en entornos laborales o personales, es más efectivo entender que el control sobre lo que se comparte está en manos de cada usuario.
En conclusión, publicar en redes sociales equivale a colocar un anuncio en una valla publicitaria: cualquiera que pase por ahí puede verlo. La verdadera privacidad no se basa en exigir que los demás ignoren lo que ya es accesible, sino en saber gestionar lo que se expone al mundo digital.