Opinión. Lunes, 15 de Diciembre, 2025

La seguridad y salud en el trabajo ya no es un tema exclusivo de cumplimiento legal. En muchos países se ha convertido en un eje estratégico de competitividad, sostenibilidad y desarrollo humano. República Dominicana cuenta con un marco normativo claro, encabezado por el Reglamento 522-06 y la Resolución R-032, sin embargo, las cifras de accidentes laborales y enfermedades profesionales demuestran que aún existe una brecha importante entre lo que está escrito y lo que realmente ocurre en los centros de trabajo. Mirar hacia otras experiencias internacionales no implica copiar modelos ajenos, sino identificar prácticas exitosas que pueden adaptarse a nuestra realidad productiva, social y cultural.

Uno de los aprendizajes más relevantes proviene de los países nórdicos, como Suecia y Finlandia, donde la prevención se concibe como parte integral del diseño del trabajo. Allí, la seguridad no se “agrega” al proceso productivo, sino que se incorpora desde la planificación de las tareas, los equipos y los espacios. Este enfoque preventivo temprano reduce significativamente los riesgos antes de que aparezcan, algo que en República Dominicana aún se enfrenta de manera reactiva, cuando el accidente ya ocurrió. La lección es clara: prevenir cuesta menos que corregir y, sobre todo, salva vidas.

Alemania y otros países de Europa Central han demostrado que la formación continua y obligatoria es una de las herramientas más poderosas en materia de SST. No se trata de charlas esporádicas, sino de sistemas estructurados de capacitación técnica, adaptados al puesto de trabajo y evaluados periódicamente. En estos países, el trabajador entiende por qué una medida es necesaria y cómo su conducta impacta en su propia seguridad y la de sus compañeros. En nuestro contexto, muchas capacitaciones aún se perciben como un requisito formal y no como un proceso de desarrollo de competencias preventivas. Aprender de estos modelos implica profesionalizar la formación en SST y elevar su calidad técnica.

Otro elemento clave es el liderazgo. En países como Canadá, Reino Unido y Australia, la alta dirección asume un rol visible y activo en la gestión de la seguridad. Los líderes participan en inspecciones, revisan indicadores, investigan incidentes y toman decisiones basadas en riesgo, no solo en costos. Esta cultura de liderazgo preventivo genera coherencia y credibilidad. En República Dominicana, todavía se observa en muchas organizaciones una delegación total de la seguridad al departamento de SST, cuando en realidad es una responsabilidad compartida de toda la línea jerárquica. La experiencia internacional demuestra que cuando la gerencia se involucra, los resultados cambian.

América Latina también ofrece lecciones valiosas. Países como Chile y Colombia han avanzado en la integración de la seguridad y salud en el trabajo con los sistemas de gestión empresarial, alineándolos con normas internacionales como la ISO 45001. Esto ha permitido pasar de un enfoque documental a uno basado en desempeño, indicadores y mejora continua. Para República Dominicana, donde muchas empresas aún ven la SST como un costo o una exigencia del seguro de riesgos laborales, esta visión puede ser transformadora. Gestionar la seguridad como un sistema, y no como un conjunto de papeles, es un paso necesario para madurar como país en esta materia.

Un aspecto cada vez más relevante es el uso de la tecnología. En países desarrollados y emergentes se están utilizando herramientas digitales, análisis de datos e incluso inteligencia artificial para anticipar riesgos, monitorear condiciones de trabajo y mejorar la toma de decisiones. Aunque nuestro país enfrenta limitaciones tecnológicas en algunos sectores, existen oportunidades reales de aplicar soluciones sencillas y escalables que fortalezcan la prevención, especialmente en actividades de alto riesgo como la construcción, la industria y el transporte.

Finalmente, quizás la mayor lección internacional es cultural. Los países con mejores indicadores de seguridad laboral han logrado que la prevención sea un valor social, no solo empresarial. El trabajador se cuida porque entiende que su vida importa, y el empleador invierte en seguridad porque reconoce que el capital humano es su activo más valioso. En República Dominicana aún arrastramos prácticas informales, exceso de confianza y normalización del riesgo. Cambiar esto requiere educación, coherencia institucional y un compromiso real de todos los actores: Estado, empleadores, trabajadores y aseguradoras.

Aprender de otros países no significa renunciar a nuestra identidad ni a nuestro marco legal. Significa reconocer que la seguridad y salud en el trabajo es un proceso dinámico, que evoluciona con el mundo del trabajo y que exige apertura al aprendizaje. República Dominicana tiene el potencial de avanzar significativamente en esta materia si logra cerrar la brecha entre la norma y la práctica, fortalecer su cultura preventiva y entender que cada accidente que se evita no es solo una estadística menos, sino una familia que no sufre una pérdida evitable. La prevención, al final, es una inversión en vida, desarrollo y futuro.