Opinión. Lunes, 17 de Febrero, 2025
El reciente incidente en el Centro de Excelencia Mercedes Bello, donde una estudiante golpeó a otra hasta provocarle convulsiones, es una alarmante muestra del creciente problema de violencia en nuestras escuelas. Este suceso no solo deja una marca en la comunidad educativa de Nagua, sino que también refleja una realidad que, lamentablemente, se ha normalizado en muchos centros educativos del país.
Nos encontramos ante una sociedad donde la agresividad parece ser la respuesta ante cualquier conflicto. La pregunta es: ¿cómo llegamos aquí? ¿Por qué los estudiantes recurren a la violencia en lugar del diálogo? Es evidente que hay una crisis en la formación en valores, en la disciplina y en la resolución pacífica de conflictos.
Los centros educativos deben ser espacios de aprendizaje, crecimiento y convivencia sana. Sin embargo, cuando se convierten en escenarios de agresión, es necesario revisar qué está fallando. La responsabilidad no recae solo en la escuela, sino también en las familias y en la sociedad en su conjunto. Los valores de respeto, tolerancia y empatía se aprenden en casa y se refuerzan en el aula. Si fallamos en ambos espacios, los resultados son estos: jóvenes que resuelven sus diferencias con los puños y la violencia en aumento.
Es urgente que se implementen programas de educación emocional, que los docentes reciban formación en manejo de conflictos y que los padres asuman su rol en la educación de sus hijos. Las autoridades deben garantizar mecanismos efectivos de prevención y respuesta ante estos casos, para evitar que hechos como el ocurrido en Nagua se repitan en otros centros educativos.
No podemos permitir que la violencia sea el lenguaje de nuestros jóvenes. Es momento de actuar con firmeza y responsabilidad. La educación debe ser el pilar para construir una sociedad más pacífica y justa.