Opinión. Martes, 01 de Octubre de 2024
El reciente secuestro de un coronel en la cárcel del 15 de Azua ha sacudido la conciencia nacional y expuesto una grave falencia en el sistema de seguridad penitenciaria. Este acto de violencia no es solo un reflejo de la creciente complejidad dentro de los recintos carcelarios, sino también una advertencia sobre la falta de recursos y estrategias específicas para enfrentar este tipo de crisis.
Frente a esta situación, es imperativo que el Estado considere la creación de una Unidad de Fuerza de Choque especialmente entrenada para resolver conflictos en cárceles. Las prisiones, por su naturaleza, son lugares de alta tensión, donde el hacinamiento, la violencia interna y las conexiones con redes criminales externas generan un ambiente propenso a estallidos de violencia y descontrol. El secuestro de funcionarios del sistema de justicia dentro de estas instalaciones es una señal clara de que el actual sistema no está preparado para contener este tipo de situaciones extremas.
Esta nueva unidad no se trataría simplemente de un grupo armado, sino de un cuerpo especializado en intervenciones tácticas y negociaciones de crisis, diseñado específicamente para situaciones de emergencia en cárceles. Equipos como estos han demostrado ser efectivos en otros países, donde se han encargado de resolver motines, secuestros y otros disturbios sin poner en peligro la vida de los rehenes o