Opinión. Jueves, 15 de Mayo, 2025
En algún punto invisible de la frontera, a oscuras y en silencio, cruzan los pasos de quienes no existen en ningún papel. No hay huellas en los registros, no hay nombres en las listas, pero su presencia es innegable.
El problema no es nuevo, pero se sigue tratando con guantes de papel: cifras sueltas de deportaciones que se publican como si fueran logros, sin preguntarse nunca con honestidad por la raíz del asunto.
La Dirección General de Migración ha anunciado con bombo la detención de haitianos indocumentados y la repatriación de otros en los últimos días. Y está bien, si nos dejamos llevar por la forma, parece que algo se está haciendo. Pero ¿y el fondo?, ¿y el origen del problema? ¿Acaso esa cifra no es solo una gota en el mar? Porque mientras se deportan miles, continúan entrando otros tantos. La realidad no se detiene con ruedas de prensa.
La pregunta es incómoda, pero necesaria:
¿Cómo cruzan? ¿Quién los deja pasar? ¿Quién los transporta? ¿Quién los emplea? ¿Quién les arrienda una vivienda o les alquila un cuarto en un barrio marginado? ¿Cómo comen? ¿Dónde duermen?
La respuesta a todo esto parece evidente, aunque nadie la quiera decir: hay complicidad en todos los niveles. Complicidad de militares que cierran los ojos en la frontera por unos pesos. Complicidad de empresarios que buscan mano de obra barata para el campo, la construcción o el servicio doméstico.
Complicidad de políticos locales que necesitan votos, de comunidades que comercian con la necesidad ajena, de ciudadanos que prefieren mirar hacia otro lado mientras el problema se enquista.
Y por eso, cada operativo de deportación se convierte en una cortina de humo. Porque si solo se combate el síntoma y se ignora la causa, lo único que se logra es seguir girando en el mismo círculo vicioso.
Se detiene al inmigrante que trabaja, pero no se toca al que lo contrató. Se publica el número de repatriados, pero no se habla del negocio fronterizo. Se criminaliza la presencia, pero no se fiscaliza la permisividad.
¿Quién audita los puntos ciegos de la frontera? ¿Quién investiga los camiones, las guaguas y los intermediarios que cruzan personas como si fueran mercancía? ¿Quién revisa los registros de las empresas que tienen obreros sin documentos, bajo condiciones inhumanas? ¿Quién se atreve a señalar al verdadero responsable?
Seamos honestos: la inmigración haitiana irregular no es solo un problema migratorio, es un problema moral y estructural. Y mientras no se tenga el valor de nombrar las redes internas que lo sostienen, seguiremos escuchando informes de deportaciones… pero nunca veremos solución.
Porque el problema no empieza cuando cruzan la frontera. El problema empieza cuando el país les abre la puerta no por solidaridad, sino por conveniencia y luego los deja en el limbo. Y eso, lamentablemente, es algo que nadie está dispuesto a admitir.