Opinión. Jueves, 02 de Enero de 2025
¡Es oficial! El mundo entero ha recibido al 2025 con esperanza y expectativas. Sin embargo, este año no llega solo, arrastra consigo el peso de los desafíos del 2024, marcando una línea que exige respuestas globales, regionales y locales para los problemas que persisten y los que vendrán.
El conflicto entre Ucrania y Rusia sigue siendo una herida abierta. Más allá de los daños directos, su impacto se siente en la economía global, especialmente en Europa y, de forma indirecta, en Latinoamérica. El año pasado también estuvo marcado por la crisis en Haití, donde la inestabilidad política y la inseguridad siguen agudizándose, desbordando sus fronteras.
En Venezuela, el panorama electoral se vio empañado por tensiones políticas y sociales, dejando interrogantes sobre el futuro del país. Este 2025, el mundo observará de cerca cómo estas situaciones evolucionan y qué lecciones se extraen para fortalecer la democracia y la estabilidad.
A nivel nacional, el 2024 dejó cifras que generan tanto orgullo como cuestionamientos. Por un lado, la aparente estabilidad en los precios de los combustibles fue una constante, con el barril de petróleo cerrando en 72.99 dólares y el Gas Licuado de Petróleo vendiéndose a 132.60 pesos por galón. Sin embargo, surge una inquietante pregunta: ¿por qué los precios al consumidor permanecen fijos, a pesar de que la ley establece que deben variar conforme al comportamiento del mercado internacional? Mientras tanto, el dólar experimentó un drástico aumento, pasando de 52 a 61 pesos, presionando aún más la economía local. Por otro lado, el turismo celebró un récord histórico de 11 millones de visitantes, pero queda la duda: ¿qué tan sostenible es este crecimiento si no se traduce en un fortalecimiento integral de otros sectores clave de la economía?
En educación, los retos se hicieron evidentes con preocupantes episodios de violencia en liceos y acusaciones de abuso por parte de docentes. Estos hechos invitan a un replanteamiento urgente de los mecanismos de seguridad y control en los centros educativos.
Por otro lado, sectores clave como la justicia, la salud y la educación claman por mejoras salariales. ¿Será este el año en que esas demandas finalmente encuentren respuesta?
El Congreso Nacional sigue cargando un pesado fardo de proyectos de ley sin resolver. La reforma del Código Penal, estancada por el eterno debate entre sectores próvida y proaborto, es el ejemplo más evidente de cómo los intereses particulares han paralizado las soluciones que la sociedad espera.
Es momento de preguntarnos: ¿Se atreverá el Congreso a poner el bienestar colectivo por encima de las agendas particulares? ¿Tomarán medidas valientes o seguirán posponiendo decisiones cruciales hasta el final del período legislativo?
Este nuevo año exige respuestas claras a preguntas urgentes:
¿Cómo se reducirá la tasa de crímenes y homicidios?
¿Qué medidas se implementarán para mejorar la seguridad vial y reducir accidentes, especialmente los relacionados con motoristas?
¿Se tomará en serio la necesidad de aplicar un aumento salarial generalizado o seguirá siendo un tema de promesas incumplidas?
Además, es imperativo que el país encuentre formas de depender menos de los préstamos internacionales y más de sus propios recursos. La sostenibilidad económica no puede ser un sueño, debe convertirse en una meta alcanzable.
La llegada del 2025 no debe ser solo un cambio en el calendario, sino un llamado a la acción. Los problemas no desaparecerán por sí solos, pero con decisiones firmes, liderazgos comprometidos y una ciudadanía activa, este año puede marcar el inicio de un verdadero cambio.
La pregunta que todos debemos hacernos es: ¿Estamos listos para enfrentar estos retos y transformar el presente en un futuro mejor?