Opinión. Lunes, 12 de Septiembre de 2022
El paso al frente, dado por el mandatario dominicano, Luis Abinader, respondiendo con impedimento de entrada al país del ex canciller haitiano, Claude Joseph, es visto por algunos como una postura correcta, mientras otros lo ven en lo de caer en una especie de trampa, a juzgar por el exceso de importancia a un enemigo confeso de la República Dominicana.
Soy de los que me inscribo en la postura de los últimos, esto a partir de los antecedentes del personaje aludido, quien tiene un rosario de acusaciones en contra nuestra, mismo que solo busca el necesario sonido y así intentar por todos los medios a su alcance, la creación de los ruidos que siempre esperan sus socios estratégicos, los enemigos de siempre de este territorio.
La solidaridad en todos los órdenes, hacia los haitianos, por parte de esta nación, se puede decir que ha sido hasta exagerada. Desde que tenemos República, dejando atrás todo lo que significó la larga ocupación perpetrada en el largo período 1822-1844, por Jean Pierre Boyer y sus huestes, hemos sido víctimas de las más viles e injustas acusaciones.
Es necesario elevar la voz, en eso no debe existir duda, sin embargo es indispensable hacerlo de manera más inteligente, sacando las notas diplomáticas y utilizando figuras mediáticas sin que se comprometa sin necesidad, quien debe tener la última palabra o decisión, ante todo lo que conlleve salvaguardar los intereses patrio.
Pienso que, responder en los niveles que se ha hecho, a ese personaje, solo se le brinda la oportunidad de darle vigencia a un discurso abusivo, desconsiderado, pero más que eso, colocar en la palestra a quien no lo merece. Se trata del presidente, quien debe preservarse, evitando salirse del ámbito protocolar del estadista.
¿Qué vamos ganando con eso?
La respuesta es nada, más que eso estamos perdiendo el tiempo y otorgando un poco de ayuda a quienes no descansan en urdir planes desestabilizadores desde la tierra de Toussaint Louverture y más allá, es decir en el lugar de los antiguos colonizadores y sus aliados conocidos.
El señor Joseph, igual sus paisanos que piensan o actúan así, deben ser objeto de vigilancia en los términos exigidos por las circunstancias. Controlarlos en cuanto a lo que puedan hacer por aquí, que no creo sea mucho, para eso tenemos un cuerpo diplomático y, además, un ejército que nos guarda o garantiza de algún nivel de acción que se extienda más allá de individuos como él.
Que se responda y pongan en marcha acciones cuando sea necesario, pero que lo hagan otros, sin que se exponga nuestro primer mandatario, ante un personaje que para su investidura, resulta evidentemente irrelevante.