Opinión. Lunes, 04 de Noviembre de 2024
Los analistas políticos no poseen una bola de cristal; sus vaticinios se fundamentan en estudios objetivos, como encuestas y auditorías visuales de los lugares donde se definirá el resultado de un certamen electoral.
Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos del próximo martes 5 de noviembre son tan difíciles de predecir que el New York Times y el Washington Post no se atrevieron en esta ocasión a fijar posición a favor de ninguno de los candidatos, rompiendo así la tradición de elecciones anteriores, en las que solían apoyar a un candidato a la Casa Blanca.
Para ganar las elecciones en Estados Unidos, se requiere un mínimo de 270 votos electorales de un total de 538. El candidato que gana un estado obtiene todos sus votos electorales, a excepción de Maine y Nebraska, donde los votos se reparten de manera proporcional. Por ejemplo, Florida tiene 29 votos electorales; el ganador de este estado obtiene los 29 votos sin importar si ganó por un millón de votos populares o por solo cinco.
Teniendo en cuenta este sistema, las encuestas indican que, de los 50 estados, ya hay 43 en los que se ha definido un ganador, basándose en la historia de votación republicana o demócrata. Esto significa que solo hay 7 estados en disputa donde cualquier cosa puede pasar.
Teóricamente, Kamala Harris tiene asegurados 226 votos electorales y Trump tiene 219. Esto significa que, según las encuestas, ninguno de los dos reúne los 270 votos electorales mínimos requeridos para ganar la presidencia de los Estados Unidos.
Los siete estados en disputa suman un total de 93 votos electorales, distribuidos de la siguiente manera: Arizona (11), Carolina del Norte (15), Georgia (16), Michigan (16), Nevada (6), Pensilvania (19) y Wisconsin (10). Las encuestas están tan reñidas en estos estados que si uno de los candidatos es ligeramente subestimado por las encuestas, podría llevarse los votos electorales de todos ellos. Si todos los estados bisagra en disputa finalmente van en la misma dirección, podría ocurrir que Harris obtuviera 319 votos electorales (contra 219 de Trump); o bien, que el republicano consiguiese 312 votos electorales (contra 226 de Harris).
Trump podría ganar si las encuestas lo están subestimando, aunque sea ligeramente. En 2016 y 2020, superó las expectativas en los estados de tendencia electoral incierta y podría volver a hacerlo. Aquí hay una posibilidad.
Harris podría imponerse fácilmente si las encuestas la están subestimando. Por ejemplo, las encuestas estatales subestimaron a los demócratas en las elecciones legislativas de 2022 y también podrían fallar en esa dirección este año. Aquí hay un posible escenario.
Según las encuestas del New York Post, Trump lidera en los siete estados bisagra, incluso en dos de ellos con una ventaja por encima del margen de error del 2%, como Carolina del Norte, donde tiene una ventaja del 50,5% frente al 47,1% de Harris. En Georgia, Trump lidera con el 50,1% frente al 47,6% de la demócrata. Varios de los estados clave están dentro del margen de error de dos puntos y son dominados por Trump, según el New York Post: en Michigan, Trump tiene un 49,7% y Harris un 48,2%; en Pensilvania, 49,6% para Trump y 47,8% para Harris; y en Wisconsin, 49,7% para Trump y 48,6% para Harris.
Según el Washington Post, Harris lidera en 4 de los 7 estados en disputa que tienen más probabilidades de determinar el resultado de las elecciones. El promedio de las encuestas muestra una carrera increíblemente reñida, con diferencias menores al margen de error. La vicepresidenta Kamala Harris ha mantenido su ventaja a nivel nacional y en Michigan le lleva 3 puntos al candidato republicano. En Wisconsin y Nevada, la candidata demócrata supera a Trump por 2 y 1 punto, respectivamente, pero su ventaja en Pensilvania se redujo la semana pasada a solo un punto. Trump todavía lidera en Arizona, Georgia y Carolina del Norte.
En las elecciones presidenciales de 2020, las encuestas daban ligeramente favorito a Trump en Pensilvania; sin embargo, Biden ganó de manera apretada gracias a los votos por correo demócratas en medio de la pandemia. En esa ocasión, Trump alentó a sus seguidores a votar en persona, lo que favoreció a Biden, quien promovió el voto no presencial por la pandemia. En Wisconsin, las encuestas mostraban un empate técnico, pero finalmente los demócratas vencieron a Trump. En Georgia, todos creían que Trump ganaría de manera apretada, pero el voto por correo les dio la ventaja a los demócratas.
En 2016, las encuestas subestimaron a Donald Trump. Por ejemplo, en Arizona, las encuestas marcaban un empate técnico, con Hillary arriba de Trump por décimas de punto, pero finalmente ganó el candidato republicano. En Pensilvania, Hillary afirmaba que ganaría en el «muro azul» del estado, respaldada por encuestas que la situaban arriba por 5 puntos. Sin embargo, Trump ganó el estado, lo que sorprendió a muchos. En Michigan, las encuestas generalmente favorecían a Clinton, pero Trump ganó, lo que también fue inesperado. En Wisconsin, aunque las encuestas mostraban a Clinton con una ligera ventaja, Trump logró ganar el estado, sorprendiendo a muchos analistas. Las encuestas en Carolina del Norte eran mixtas, con algunas mostrando a Clinton y otras a Trump ligeramente adelante; finalmente, Trump ganó.
En Florida, las encuestas mostraban una carrera muy competitiva, con un leve favoritismo hacia Clinton. Trump ganó Florida, lo que fue determinante para su victoria.
Hoy, el panorama luce confuso, y solo los fanáticos de uno y otro candidato se atreven a hacer vaticinios concluyentes. Quizás quienes estén en el terreno puedan prever la victoria, porque desde la distancia, sin observar a la población y basándonos solo en datos sesgados que proporcionan los medios según sus intereses, no podemos ver con la claridad que tuvimos en 2016.
Recuerdo que en 2016 estaba haciendo un diplomado en campaña electoral en Washington y, tras solo dos días en Florida y tres en Pensilvania, me atreví a debatir con un politólogo de la Universidad de Washington, quien afirmaba que Hillary ganaría fácilmente. En mi recorrido, descubrí votantes ocultos de Trump que tenían miedo de expresarse por temor a ser estigmatizados y cuando expresé en aquella ocasión mi percepción de que Trump ganaría me vieron como un ignorante de la politica.
En esta ocasión, al igual que en 2020, los votantes de Trump no tienen inconveniente en mostrar sus simpatías públicamente. No creo que haya una cantidad considerables de votos ocultos a su favor, pero la simpatía por Trump está creciendo en un segmento latino que no desea que otros inmigrantes ilegales le hagan competencia salarial o le quiten sus empleos.
Guiándonos por la información que vemos en los medios, las encuestas podrían estar favoreciendo ligeramente a Kamala Harris, pero los simpatizantes de Trump parecen con una mayor disposición a votar.
El 5 de noviembre, cualquier cosa puede pasar, desde una victoria con amplia diferencia en los colegios electorales hasta un casi empate.
Al momento de escribir este artículo, las dudas me asaltan sobre quién podría ser el próximo inquilino de la Casa Blanca. Solo puedo decir que si los votantes deciden en base a su situación económica y el liderazgo perdido del país, castigarán al partido demócrata. Pero si los demócratas logran movilizar el voto puertorriqueño en Pensilvania, y logran fijar en la mente del electorado como un peligro las posiciones extremas de Trump con su lenguaje misógino y divisionista, podrían darle el triunfo a Kamala.
Desde lejos, basado en la economía, el comportamiento electoral estadounidense y los resultados de las dos últimas elecciones, veo las predicciones como una ruleta rusa y por instinto tal vez percibo más posibilidades para Trump, pero no me sorprendería ni descartaría un triunfo de Kamala Harris, ya que su impulso desde que comenzó y su desempeño en el debate indica que, este martes 5 de noviembre, cualquier cosa puede suceder.
Lo único de lo que estoy absolutamente seguro es que esa misma noche no se sabrá quién es el ganador de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América.